Adolfo Marchena: Tu primer poemario
lleva por título Mirada
encendida; ¿qué sucede cuando se
encienden las cosas?
Carolina Pinedo del Olmo: Cuando se encienden
las cosas ves la parte, aparentemente, invisible y oculta
de ellas. Se abre un mundo nuevo ante tus ojos. El amanecer
habla, la soledad tiene un determinado sabor, los colores
son diferentes. Todos tus sentidos, no solo la vista, están
más receptivos y permeables. Es mágico.
A.M.: Tus versos, breves, le dan un ritmo ágil
al poema. El compositor estadounidense George Gershwin dijo:
«En cierto modo, la vida es como el jazz…es mejor
cuando improvisas.»
C.P.d.O.: Me encanta el jazz. Su ritmo y
cadencia y, efectivamente, cuando te apuntas a la improvisación,
todo es mucho más auténtico, fresco y natural,
pero no es fácil improvisar y salir de nuestra zona
de control y confort.
A.M.: Expresar un acontecimiento o un amor, por ejemplo,
de infinitas maneras. ¿Crees que todo está ya
escrito y sólo podemos alterar la forma?
C.P.d.O.: Las palabras nos limitan mucho
a la hora de poder expresar sensaciones, vivencias y experiencias
que van más allá de la piel, pero creo que sí
se puede innovar en la manera en cómo unes las palabras
para atinar o afinar lo más posible la melodía
que quieres interpretar con las palabras. Creo que las formas
son infinitas.
A.M.: ¿A qué haces alusión en
el verso donde tus ventanas «escapan entre oxidados
barrotes?» (Mirada
encendida, pág. 28).
C.P.d.O.: La mirada aparece de forma recurrente
en el poemario. Surgió así, de forma espontánea
y en concreto en este verso que mencionas hago alusión
a la libertad que se alcanza al poder escapar de nuestros
condicionamientos internos y externos para poder volar hacia
nuestra verdadera esencia, que se suele encontrar en lo aparentemente
invisible o lo que llamamos irreal. Es difícil de explicar
desde la mente racional, por eso la poesía, un lenguaje
del corazón, lo capta mejor a través de las
sensaciones atrapadas en la piel.
A.M.: En el poema Encuentro de poetas (pág.
50-51) dices: «Esa soledad de dos poetas / que me acompañan»;
¿puede decirse que el poeta se desdobla desde su propia
soledad?
C.P.d.O.: Sí. Creo que es así.
Se trata, como tú bien sabes, de una sensación
extraña; difícil de explicar. La soledad es
una fértil compañía, no siempre fácil
de gestionar por la amplia gama de sensaciones y sentimientos
que nos despierta, pero en mi caso sin ella no habría
poesía.
A.M.: En este sentido: ¿Consideras que un determinado
estado de ánimo influye en el «hecho creativo»?
C.P.d.O.: Todo influye a la hora de crear,
incluso las situaciones más mundanas, como si has dormido
bien o te duele algo. Nos podemos inspirar en cualquier situación,
tanto si es sencilla, como una solitaria flor en el asfalto,
como si es, como nosotros percibimos, más trascendente
o profunda, como la muerte.
A.M.: Mirada
encendida es un «poemario que surge sin
razón», nos desvela la introducción del
libro. Tal vez esa sin razón tenga algún sentido.
C.P.d.O.: La razón la encontré
por el camino, pero los primeros pasos de este sendero los
di a ciegas y a tientas. Creo que plasmé en el papel
muchas de las sensaciones y emociones acumuladas durante mi
infancia. Me ha ayudado a entenderme mejor y si, además,
por el camino le sirve a más personas, sería
mágico y maravilloso.
A.M.: Respecto a la infancia, Pablo Picasso dijo:
«Cada niño es un artista. El problema es cómo
seguir siendo artista una vez que crezca».
C.P.d.O.: Totalmente de acuerdo. Nacemos
con la mirada limpia, abiertos a jugar, crear y experimentar
sin miedo, pero las influencias externas, como la educación,
la familia o nuestras propias experiencias vitales, nos amordazan
y crean miedos e inseguridades a la hora de seguir siendo
creativos. Me parece que la creatividad es juego y cuando
dejamos de hacerlo y nos tomamos la vida demasiado en serio,
adiós a esa creatividad.
A.M.: Encuentro en la forma ciertos componentes surrealistas;
e incluso aspectos que me recuerdan a algunas de las poetas
Beat. Sin intención de encasillarte; ¿qué
opinas respecto al estilo?
C.P.d.O.: Creo que todas las corrientes poéticas
tienen su encanto. Hay quien comenta que, efectivamente, en
los versos se capta cierto tono surrealista. A tiro hecho,
aunque no me guste mucho esta expresión, creo que sí
me proyecto a un mundo onírico, azul, fuera de la realidad
ordinaria, de forma no premeditada, pero así ha surgido.
A.M.: El poema Canto a la Vida (pág. 34-35)
conlleva un duelo, una ausencia. El título me evoca
a Walt Whitman, quien dijo: «Para mí, cada hora
del día y la noche es un indecible perfecto milagro.»
C.P.d.O.: Tan acertado como siempre, Whitman,
así es. Ahora te escribo estas palabras con la noticia
de la muerte de la joven de 20 años, Ruth, a la que
conocí hace unos meses y con quien estuve charlando
de la muerte. Me dio una lección sobre el disfrute
de todas las pequeñas bendiciones, tan grandes que
cada día y noche nos regala la vida en forma de milagros
y que no siempre sabemos ver. Así que, regalémonos
la vida antes de morir.
A.M.: Este es tu primer poemario, o al menos tu primer
libro publicado y vienes de un mundo fecundo como es la comunicación
audiovisual; ¿cuál es el límite o tu
siguiente cima por escalar?
C.P.d.O.: No me planteo límites o
cimas. Eso sería como salirme de la inspiración
y entrar en zona forzada de estrés. Solo intento estar
atenta a lo que mi corazón me señala, algo que
de por sí no es fácil de conseguir.
A.M.: Hermann Hesse dijo: «Para que pueda surgir
lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible.»
C.P.d.O.: Maravillosa reflexión. Me
lo apunto. La resiliencia es fundamental para lograr los sueños,
aparentemente imposibles. Cuántos portazos en las narices
me habré llevado antes de llegar donde quiero, pero
me acuerdo poco de ellos. No obstante, las dificultades forjan
nuestras almas y qué incómodas son…
A.M.: El ser humano acostumbra a solucionar sus problemas
con armas y no sólo las que disparan, también
las psicológicas. ¿Es necesario deponer las
armas para reconciliarse, para reconciliar, como sucede en
el poema que cierra el libro?
C.P.d.O.: Cada persona está en un
punto del camino. En mi caso, llegué a ese momento
en que descubrí que mi mayor fortaleza es mi sensibilidad,
capacidad de amar y vulnerabilidad, pero a una guerrera le
cuesta llegar a elegir esas armas.
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