Adolfo Marchena: ¿Qué
se puede perder o ganar cuando una musa te lleva?
Yoanna Mojón: Cuando una musa te lleva
llegas a lugares donde no se puede ganar o perder. Solo estar,
sentir, disfrutar de emociones intensas, podría decirse
que es ganar, pero no es ganar si no se puede perder y mientras
la musa te lleva esto es continuado y no desaparece. Es fluir.
A.M.: En el poema que abre el libro uno de sus versos
dice: «Muchas vidas haciéndote musa y yo haciéndome
poeta». ¿Cómo se edifica la poesía
de Yoanna?
Y.M.: Es una especie de construcción
en lo abstracto. En un lugar donde todavía no se ve
pero sí se siente. Verso a verso la magia se desata.
A.M.: Federico García Lorca dijo: «Poesía
es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que
pudiesen juntarse, y que forman algo así como un misterio».
Y.M.: Hay infinitas posibilidades de combinar
las palabras, ¿cómo saber cuál puede
ser la que brilla en cada instante? Hay que adentrarse en
ese estado de conciencia, en ese apartado del cerebro donde
está la poesía y ella suena por sí misma.
Se trata de escuchar lo que el silencio guarda.
A.M.: La ausencia vertebra, en cierto modo, la arquitectura
de Nerea; ¿hacia dónde miras, «con la
piel desnuda»?
Y.M.: Nerea es especial por infinitas causas,
una de ellas es su poder para guardar el mar en sus ojos.
Algún día su piel también será
mar y en su recuerdo sé que encontraré la calma.
A.M.: Si te digo: «Buenas noches, luciérnaga»;
¿qué carta me desvelas?
Y.M.: Qué menos que el as de corazones.
Nerea
es un ser de luz y nada más conocerla se convirtió
para mí en una luciérnaga.
A.M.: Precisamente, el libro se estructura a partir
de esa luciérnaga que comienza siendo de sueño
(pág. 11)
Y.M.: Para la estructura de este poemario
escogí algunos mensajes enviados con el móvil
de buenas noches que yo misma enviaba a la luciérnaga
junto con los poemas sobre todo con la intención de
recordarle que no dejara de brillar. Creo que una de las cosas
más importantes es que no se nos apague la luz.
A.M.: El poeta francés Alfred de Musset dijo:
«Ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama».
Y.M.: Yo diría que el tiempo sí
es algo. No necesariamente malo, pero es algo que hace que
las cosas terminen. De ahí mi deseo utópico
de romper todos los relojes que existieran cada vez que los
minutos pertenecían al mundo de la luciérnaga.
A.M.: La escritora y poeta Ángela Mallén
nos dice en el prólogo que tus versos «están
filmados a cámara rápida, como el crecimiento
de las flores…»
Y.M.: Creo imágenes originales con
cierta rapidez y si estás atento a la lectura no hay
lugar al aburrimiento. Podría ser que al principio
del poema tienes un capullo y al final ya tienes la flor.
A.M.: Nerea es un intenso canto, un reconocimiento,
a mi entender. ¿Cuánto hay de elegiaco y también
de nostalgia en sus poemas?
Y.M.: Para mí realmente solo ha habido
una intensa felicidad desde el principio hasta el final y
cada poema pretende ser un presente para esa persona tan especial
y cómo no una forma de recoger nuestra historia y nuestros
momentos más bellos.
A.M.: ¿Es necesaria la pérdida para
reconocer las cosas y apreciar los pequeños detalles?
Y.M.: Yo creo que no. En la consciencia se
pueden apreciar muy bien los pequeños detalles y no
es necesario perder, pero claro no siempre estamos en ese
estado de consciencia.
A.M.: En el poema Despierta o dormida no distingo,
en el tercer verso dices: «Me da igual si sueño
o realidad»; ¿Sabemos diferenciar una cosa de
la otra?
Y.M.: Yo haría más bien otra
pregunta, y es ¿queremos diferenciar si sueño
o realidad? Y supongo que todos alguna vez no queremos, porque
si está sucediendo qué importa en qué
realidad. La cuestión es vivir soñando y nunca
dejar de hacerlo, pero sin ser un dormido.
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A.M.:
Por último, y como siempre digo en mis entrevistas:
¿Deseas añadir algo a esta entrevista donde,
con toda seguridad, me habré dejado alguna cosa en
el tintero.
Y.M.: Solo puedo decir que Nerea
ha sido un viaje apasionante en todos los aspectos, vivirlo,
sentirlo y escribirlo. Y por supuesto poder compartirlo. |