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Es translucido
el pergamino,
de línea fina, cual cuchillo,
que a ras de piel bien podría
labrar heridas penetrantes
y derramar regueros de sangre.
Es raso el blanco pliego,
donde el soñador poeta
moldeó nítidamente su estela,
invitándonos con sus versos
a bailar sentados, al son de su rima
y al compás de su métrica.
A través del papel confidente,
podemos, en soledad, amar y odiar;
algo así como el férvido suspiro
que en la nuca, nos hace estremecer,
sin ni siquiera rozarnos la tez…
Se hace inmortal con sus palabras,
el escultor de metáforas.
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