Las abuelas cosen, puntada arriba,
mientras se amansa la tarde.
Puntada abajo, entrelazan
hilos con la firmeza de la primavera.
Les duelen la vista
y los dedos, heridos de trabajo,
y pelean con el tiempo y la artrosis,
pero ellas zurcen retrasando la noche.
Vainica al fresco del verano,
bordado los días de tormenta,
ganchillo para calentar el invierno.
Entrecruzan la lana para
que vistamos su abrazo,
para que caminemos arropados por ellas.
Así, tejen
con amor y paciencia
la red de cuidados
donde se apoya el mundo.