|
Todo
es luminoso en el jardín de las luciérnagas,
flores fluorescentes con destellos multicolores, titilan orgullosas
cuando la brisa las mueve en los prados del anhelo.
Lámparas de la noche, iluminan junto a la luna los
senderos de los sueños y traspasan el umbral de las
metáforas, a través de un diafragma onírico
de sentimientos.
Miran los ojos transformados en pupilas que contienen universos
centelleantes, sorprendidos y extasiados en cada mirada, en
cada paso del momento, sumergidos en la eternidad del instante.
El presente se agiganta y contiene todo el tiempo
de los relojes, todo gira en torno a él a una velocidad
tan rápida, que apenas parece moverse.
Y vuela, vuela la sutil esencia que se desprende en
cada latido, en cada inspiración y espiración
se funde con el perfume de la vida, que se alimenta de aromas
y experiencias.
Todo es maravilloso, todo es milagro en el jardín de
las luciérnagas, la magia como polen fecunda las neuronas
de estrellas y galaxias, pariendo luego la imaginación
y la creatividad del fuego sagrado, que hace que todo sea
posible.
Ya no hay marcha atrás, nunca hubo principio y no hay
final, los senderos se bifurcan y expanden en todas direcciones,
el centro está en todos los sitios y la nada contiene
al infinito.
En el jardín de las luciérnagas todo forma parte
de todo y solo existe el número uno, que por mucho
que se divida tiende a multiplicarse, para volver hacia sí
mismo, pues la unión siempre estuvo.
Y en medio del jardín un palacio de cristal transparente,
donde los destellos del prisma bailan con las notas musicales,
en la armónica alegría de los arcos iris, que
son puentes entre mundos, que son brazos que se abrazan, que
son manos que se estrechan.
Y dentro del palacio una luz, que deslumbra con suavidad e
irradia energía vital, y en cada inhalación
te renueva.
Todo es luminoso en el jardín de las luciérnagas,
el amor ilumina sus ojos y ellas no son ciegas, la música
acaricia sus oídos y estos no son sordos…
|