Decirte adiós,
                      así de repente, 
                      con dolor y con rabia derramada de momentos no sucedidos, 
                      
                      de gritos en el silencio oscuro del secreto nunca dicho. 
                      
                      Con la locura y el llanto desmedido de lo inconcluso,
                      de la espera incansable de lo que nunca será. 
                      Sueños, sueños míos, solo míos 
                      
                      aunque digas que también estas en ellos. 
                      No, tú no sabes lo que es soñar despierto 
                      
                      tú no sabes lo que es esperar en vano cada día,
                      cada noche, cada atardecer.
                      Tú no sabes lo que es mirar sola el amanecer, 
                      detenida a la orilla del mar. 
                      Tú no sabes.
                      Se desgarra el alma en el olvido de la llamada. 
                      Se desvanecen las ilusiones en las palabras ausentes. 
                      Se derrumba la inocencia de creer en lo que no prometiste. 
                      
                      Solo queda la estupidez de la derrota.
                      La desfachatez de la ironía que me toca vivir 
                      con los brazos extendidos en abrazo ilusorio que me deja 
                      en cruz. 
                      Adiós, adiós a tiempo. Adiós sin reproches, 
                      
                      adiós vacío de nada, inmerso en el todo de 
                      lo que fue. 
                      Adiós, adiós que se prolonga en la mirada, 
                      
                      una mirada que quisiera ser llegada con una meta inalcanzable. 
                      
                      Adiós, si adiós, 
                      aunque en el fondo sea un hasta luego, un hasta siempre, 
                      un te quiero.