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Esté
donde esté, siempre busco el mar.
Las ventanas abiertas a sus luces,
horizontes de sal en las pupilas,
en el claro espejismo de la tarde.
Y en sus dóciles olas, las caricias
de un amante fiel, ávido de besos,
arrullos de agua sobre la piel frágil
de la arena,
y
en sus cimas encrespadas,
esos acantilados que descienden
hacia los más oscuros fondos.
Donde quiera que esté,
siempre busco su luz.
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