De los dioses y ritos 
                      que asumo en mi huida.
                      De los confines de un universo que trina entre un duende
                      juguetón que ampara al cortejo de mi concupiscencia.
                      Del mito de Eva al desnudo en los arrozales.
                      Tergiversando una idea entre un millón de feroces
                      bocados a destiempo.
                      Claudico entre los bordes del insensato aturdimiento
                      que procrea la razón entre las musas.
                      Lo moral o lo inmoral de un arroyo entre las sabanas,
                      golpeando fuerte el límite que no deletreo ni el 
                      pliegue,
                      a no ser que vaya anocheciendo entre pérdida y pérdida 
                      
                      o entre la mala salud de no cuidar ni el pequeño 
                      detalle.
                      ¡Ay...los pequeños detalles! Se escapan en 
                      una ligera brisa que cultiva
                      el apetito de los argumentos, o de las bajezas, o de las 
                      insinuaciones.
                      Y la insinuación supone una taza de café
                      un dilema entre la boca, la lengua, 
                      la tráquea y el silbido de los susurros en el oído