Ya no estoy aquí esculpida en piedra
resucitando sepulcros en otros cuerpos,
ni nutriendo con llanto soledades.
Atrayendo las mismas sombras con otras manos
otros ojos, otros rostros
y las mismas bondades.
No estoy aquí donde
morder el polvo
es recurrencia de edades,
una lápida mordida de infinitas lenguas
y mil afanes.
Un corazón en el ajenjo marchito
de lágrimas, inmutable.
Estoy allá
donde canta el aire
y la fruta prevalece en la sonrisa
de una cueva oscura
con mirada indescifrable.
Estoy en el silencio,
en el eco sumergido del agua
y en la parte oscura de la luz
andante.
Allí donde la tierra es ancha de olvido,
donde ondea el estandarte,
donde levanto mi estela a cuadros
y me emborracho de instantes
para invitarme a ser ave.
Allí,
es donde pienso quedarme.