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Sobre la seda emerge el enérgico grito de la autora.
El sol emancipándose en el vientre, un canto derramado
evocando truenos y resucitando serpientes. Besos renacidos
en lenguas revoltosas jugueteando a ser esperma. Bocas dulces,
bocas redondas, hundidas en el éxtasis del que añora
su propia añoranza y la transita sin morbo.
Es
ahí, bajo los poros, entre palabras encubridoras, donde
se extinguen las bondades de la gloria, el éxtasis
de quien construye orgasmos a la fuerza. En la absoluta afinidad
donde nace el tiempo idóneo, donde las manos recrean
la mímica y el leve paso de las huellas, donde emergerán
las hadas para parir la vida, y resucitar con besos la muerte.
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