Justo en el momento del orgasmo, en un susurro previo a
que mil campanas tocasen al unísono, me dijo al oído
unas palabras; las mejores frases jamás narradas.
No pude capturarlas porque en aquel mismo instante yo también
me estaba corriendo.
TERCERA
A veces se sienta a mi lado en los viajes de autobús,
cuando todo pasa, el paisaje, el tiempo, la mala música;
y hasta las letras de un libro pasan sin ser leídas.
Entonces sí, me acaricia y me dice que me quiere,
que siempre me ha querido; me pide que saque mi libreta
y me dicta unos párrafos para que la siga queriendo.
Y yo cedo y acepto mi esclavitud como un regalo. Atrapo
en folios el aleteo fugaz de esas palabras, y después
ella me deja firmar lo que nunca ha sido mío.