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LOS ABANDERADOS DE LA LIBERTAD

Cuando los abanderados de la Libertad vinieron a hacerla efectiva, colocaron en cada puerta de cada biblioteca una suntuosa librería decorada con mobiliario moderno y luces blancas. Los nuevos libros, apilados en estantes y acunados por bellas y bellos azafatas y azafatos, exhibían potentes carátulas, títulos coquetos, sinopsis de ensueño y críticas aduladoras. Fuera, sobre la puerta de la entrada, luces de neón gritaban su existencia.
No cerraron ninguna biblioteca, pero ya apenas nadie pasó jamás del vestíbulo. Mientras las heces bien encuadernadas se vendían a diario, los libros de las bibliotecas se llenaron de polvo, guardando entre sus sobrias tapas el legado de la historia.
Los abanderados de la Libertad también vinieron a hacer malabares con la verdad, ese cuerda dorada que emerge de la tierra y que es la única a la que los seres humanos pueden asirse con firmeza.

La verdad, decían, no es más que un relato, y relatos hay tantos como sujetos. De modo que allí de donde pendía un sólo hilo dorado - un hilo siempre en proceso de trenzado - colgaron cientos de miles, algunos incluso más brillantes y suntuosos que el original, fabricados a destajo con los deshechos que la historia de la ciencia ya había falsado. Y colocaron también a azafatos y azafatas, bellos y bellas, que resaltaban el valor de aquellas baratijas.

No censuraron nada, pero ya apenas nadie supo qué era cierto y qué no.

Los abanderados de la Libertad también vinieron a decirnos de dónde provenía el pensamiento, cuál era nuestra historia, quiénes nuestros amigos, cuáles nuestros problemas. Dijeron, también, que construían casas para todos, y en su bondad, se llenaron los bolsillos de dinero. Los abanderados de la Libertad trajeron las votaciones y, sin saber cómo, resultó que entre todos escogimos votar a favor de nuestra desdicha.

Nosotros, hace unos días, libres para ejercer nuestra miseria -sin casa ¡ay, todas aquellas casas! y sin trabajo- rompimos de un golpe los juegos de luces. Nuestra historia -redescubrimos- ha sido la de siempre, las de los muchos que vivieron y murieron sin nada. Nuestros enemigos -reconfirmamos- han sido los de siempre, los pocos que lo tienen todo. Desde que los abanderados de la Libertad vinieron, sólo un reino se ha erigido bajo nuestros pies, el reino de la necesidad. Y tiene un monarca.

Si la historia ha transcurrido de forma plácida de un tiempo atrás hasta aquí, no ha sido por una buena cosa. Todo fue por el ejercicio de nuestra sumisión apoyado en la ignorancia. De aquí en adelante espera el peligro de los tiempos interesantes.

Hoy, hemos desmantelado sus librerías que bloqueaban el paso a las bibliotecas, y los dueños de la Libertad nos acusan de opresión. Nos hemos deshecho de los falsos relatos que nos vendían como verdad -los hemos llevado al museo de la miseria de la filosofía - y nos acusan de censura. Estamos elaborando una nueva democracia, donde todo lo que los seres humanos fabrican, es decidido por los seres humanos; pero nos acusan de dictadores. Venimos a construir un mundo nuevo ¡un mundo nuevo! y nos acusan de destructivos y vagos.

Gritan, allí en la esquina, mientras patalean con ametralladoras, que llega el Fin. Y nosotros, también con fusiles -porque no podemos permitir que aniquilen nuestro pacifismo- respondemos que sí, que en el alba mismo está su fin, pero sólo el suyo; que donde se atan nuestras cadenas se erige su dominación, y que en los tiempos venideros ya no quedarán ni unas ni otra.

relatos escritos por Anónimo: Ama este pedazo de tierra



Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras