EL
SILENCIO DE CASANDRA |
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que, siendo Amor una deidad alada, bien previno
la hija de la espuma a batallas de amor,
campos de pluma Luís de Góngora, Soledad primera.
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Casandra princesa troyana a cambio de favores sexuales fue
investida por Apolo que se había encaprichado de ella,
con el don de la profecía, satisfecha y orgullosa con
sus facultades le abandonó y éste airado, en
silencio la privó del don de la persuasión,
hizo que sus palabras nunca fueran creídas por nadie
y la tomaran por loca. Hija de los reyes Príamo y Hécuba,
fue violada por Ayax y la diosa de la sabiduría hizo
temblar a los aqueos que finalmente la raptaron y se la entregaron
a Agamenón, como nadie creía sus profecías,
las guerras que ella había vaticinado tuvieron lugar,
mientras tanto ella vivió con el estigma de su locura.
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Tras su violación, incapaz de responder al impulso
masculino de su pareja, se limitó resignadamente a
seguir con su existencia adelante, con un vacío interior
silencioso y descomunal. Ya como concubina de Agamenón
había tenido dos hijos y había recobrado la
ilusión, una nueva visión lo enturbió
todo, le dijo que su esposa ayudada a su vez por su amante,
daría muerte a ambos. La tomó por loca y no
la creyó. Finalmente así murieron como Casandra
predijo.
La etimología del nombre de Casandra es discutida,
cuyo primer término estaría asociado al significado
de ramera en griego Κααδδα
y el segundo ανδρος , es
decir —ramera de hombres||, pero es completamente infundada
esta tesis, porque ese primer término es un hápax
de origen oscuro que solo aparece atestiguado en Licofrón
que le dedica un poema, se han propuesto otras etimologías,
pero creo que la más aceptable dada la prosapia del
personaje es derivar el primer término de la confluencia
de dos tesis: una forma verbal
Κε-κασ-μαι —brillar, destacar||, así, el nombre
de Casandro es —hombre que destacall, y otra que se
trate de la forma femenina de Alejandro, de hecho es llamada
también Alejandra, y el nombre de Casandro se aplica
a reyes del linaje macedonio como Alejandro Magno.
La Casandra de esta historia es una mujer que también
resplandece por su belleza y aunque el don profético
en nuestros días es una cosa ancestral y obsoleta sin
embargo sí posee cualidades que más parecen
dones de los dioses que meros efectos de la naturaleza. Era
capaz de vislumbrar los aconteceres cotidianos con absoluta
sencillez, sin titubeos, todo cuanto tocaba relucía
con su brillo, su razón se imponía sin violencia
y a su pesar, su perspectiva alcanzaba los límites
más alejados de la realidad y era además objeto
de todas las miradas de los hombres que como dioses deseaban
poseerla. Contrajo matrimonio con un hombre prendado de su
belleza física más que de sus cualidades intelectuales,
a una edad muy temprana.
Era conducida a todas partes del brazo de su marido que dirigía
siempre sus pasos, ella de talante muy locuaz y brillante
pronto se dio cuenta que estaba condenada al silencio, un
mundo de hombres seguros de sí mismos se abría
ante sus ojos, y su misión era pasear de vez en cuando
con su marido a la vista de todos, y ocuparse de las cosas
del hogar como cualquier mujer casada. Añoraba las
historias de su niñez y primera juventud con tristeza,
se sentía desdichada y todos los días lloraba
encerrada en su habitación sin que nadie se percatara
de ello, comenzó así una vida solitaria y monótona
muy alejada de sus intereses. Esperaba con impaciencia la
ausencia de su marido para sumergirse en alguna lectura de
su agrado, pero fue descubierta y él dio la orden de
que todos los libros de la casa desaparecieran en el acto.
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Atrapada
y sin salida al exterior poco a poco fue ahogándose
en un estado inconsciente cada día más alejado
de su realidad cotidiana. Algunos hombres guiados más
por su instinto más primario que por la atracción
de cualquier otra cualidad femenina, ante mujeres con una
personalidad tan marcada como la que manifestó en todo
momento Casandra, marcan su territorio e inducen toda conversación
a su antojo silenciando las voces femeninas que claman inútilmente
en el desierto. A lo largo de su vida entró en diferentes
formas de delirio, llegaron las cosas a tal extremo que en
ocasiones cuando intentaba expresarse acertaba a duras penas
a pronunciar palabras, pronto era interrumpida en su discurso
provocando en su ser un haz de nervios que bloqueaba su mente
y revolvía sin cesar su lengua dentro de la boca como
un torbellino sin freno y desatado.
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Espectral, deambulaba
por su casa y buscaba el sueño que nunca llegaba, siempre
despierta y alerta comenzó a llenarse de terrores que
oscurecían cada vez más su ambiente, y nublaban
su perspectiva de antaño, su brillo desapareció
y sus ojos siempre llorosos expresaban la desolación
y el llanto, dejó de alimentarse y sus huesos reclamaban
el descanso bajo tierra. Con aire ausente despertaba todas
las mañanas por completo congestionada y con los ojos
aterradores del espanto.
No había podido huir de su entorno y se vio obligada
a aceptar una sumisión impuesta que la asfixiaba, el
odio y el desasosiego anidaron en ella y la fueron minando
hasta el final. Las mujeres que la acompañaron en su
lecho de muerte con voces dulces y compasivas la alejaban
de su última realidad implacable, ella se despojó
de sus prendas y caminó desnuda a su encuentro en absoluto
silencio no quiso escuchar a las mujeres, solo anhelaba el
silencio y el sueño, con los ojos cerrados se internó
en el mismo mundo que siempre la había rodeado durante
todos aquellos años, con la resignación propia
de quien conoce su destino.
Imagen:
Casandra y Ayax. Solomon 1886.
Del libro: Claros y Sombras
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Relatos
de Mercedes Vicente: El pasaje embrujado |
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