NO
REALMENTE
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Lourdes llamó para avisarme que el sábado siguiente
irían a ver a Sheila; me instaba a ir con ellas, aunque
todas sabían que Sheila y yo… bueno, no era buena
idea que ella y yo nos viésemos las caras. Sin embargo,
Sheila había dado a luz recién. ¿Y qué?
A mí no me importaba, yo estuve en contra de ello todo
el tiempo, fue eso, incluso, por lo que peleamos, porque yo
dije: es de mal gusto procrear, y Sheila, que ya
estaba embarazada en aquel entonces, bueno… Todas se
pusieron de parte de Sheila. Decían que yo era una
bruja amargada sin instintos maternales. Mantuve mi postura
cuando la barriga de Sheila confirmó su embarazo. Se
lo repetí en su cara. Le dije: yo no voy a felicitarte,
es de mal gusto procrear. Sheila se ofendió muchísimo.
Esperaba que todos solaparan su estupidez y le desearan felicidad
y dijeran cosas como los niños son un regalo de
Dios, etc. ¿Por qué hablo de estupidez?
Porque fue un acto estúpido. No lo planeó. Se
embarazó de su novio sin desearlo, como si en nuestros
tiempos no hubiese suficiente información, como una
María de pueblo, como un animal. No, como un animal
no, los animales son inteligentes y no se reproducen más
allá de las capacidades de su especie. Fue un error.
No hay otra realidad, aunque después la quieran cubrir
con Dios y destino y tonteras de esas. Sheila tenía
diecisiete años. |
Antes de que naciera la cría, el novio de Sheila
la abandonó. No podía esperarse otra cosa:
fue un error y huyó de su error. Si todo esto estaba
realmente en los planes de Dios, que Dios tan hijoputa.
Sheila se convirtió, en ese momento, en un punto
porcentual, en una estadística: el porcentaje de
madres solteras, menores de edad, en 2014 no disminuye.
Sheila era todo contra lo que luchaban los centros de salud,
las campañas de planificación familiar, los
programas de concientización de las adolescentes.
Sheila era parte del problema que buscaban erradicar. A
pesar de ello, Lourdes y las demás deseaban felicitarle.
Sí, gracias por traer más gente al mundo,
gracias por superpoblar, por reproducir la pobreza, por
convertir al género humano en una plaga.
En una ocasión, cuando me riñeron por mi
postura ante el embarazo de nuestra amiga, expuse la metáfora
del cuarto
de baño de Asimov, que leímos en clase
en octavo grado. Todas la habían olvidado. Es algo
así:
“Si dos personas viven en un apartamento y hay dos
cuartos de baño, entonces los dos tienen libertad
para usar el cuarto de baño cuantas veces quieran
y pueden estar en el cuarto de baño todo el tiempo
que deseen y para lo que deseen usarlo. Y todo el mundo
cree en el derecho a cuarto de baño y en la libertad
a usarlo cuando le apetezca, nadie está en contra
de eso, todos creemos que debería estar hasta en
la Constitución.
Pero si hay veintidós personas en el apartamento
y solamente dos cuartos de baño, no importa cuánto
crea la gente en la libertad y el derecho a cuarto de baño,
porque tales cosas no existen. Entonces hay que establecer
turno para cada persona para usar el baño, se tienen
que establecer normas como que no puedes usarlo para cortarte
las uñas, solo para necesidades y ducharte, lo que
tendrás que hacer en poco tiempo… tienes que
golpear la puerta para entrar… “¿Aún
no estás listo?”… y así.
De la misma manera la democracia no sobrevive cuando hay
superpoblación. La dignidad humana no puede sobrevivir
a ello. La comodidad y la decencia no pueden sobrevivir
a ello. A medida que crece la población planetaria
el valor de una vida no solamente declina, sino que al final
desaparece. Ya no importa si alguien muere. Cuanta más
gente hay, menos importa cada individuo.”
Se rieron de mí, dijeron que eso no importaba ante
el milagro de la vida, de Dios, etc. Expliqué que
todo ese rollo del milagro de Dios, Dios mismo, y la idea
de que procrear es bueno, es una idea que conviene al gobierno
y que fomenta a través de la televisión, porque
mientras más seamos, más fácil es controlarnos,
pues las masas son torpes, la calidad de vida disminuye
y tenemos más necesidades que nos condicionan, como
la necesidad del transporte público, del servicio
de luz y agua, de comunicación, etc. La educación,
los salarios, todo se menosprecia porque ahora hay mucha
gente que puede educarse y proponerse para un empleo. A
ellas no parecía importarles nada. Estaban más
fascinadas con la idea de hacer una fiesta a Sheila, un
intercambio de regalos y de comprar ropita para bebé.
Yo dije: ustedes son estúpidas. Eso fue
el acabose. No volví a ver a Lourdes, ni a las otras
chicas y mucho menos a Sheila.
Creo que pasaron cinco meses desde aquello. Ahora, Lourdes
llamaba para decirme que el hijo de Sheila había
nacido e irían a verla el sábado. Por supuesto,
me negué. No lo hice por orgullo, lo hice porque
realmente me importaba poco si Sheila se había embarazado
y todo eso, o si ahora tendría que trabajar y sufrir
para sacar a delante a su hijo, o lo que sea. Me importaba
poco e incluso, estaba molesta con ella por haber sido tan
tonta: ¿dónde quedaba toda la educación
que supuestamente adquirimos en el colegio, en el seno de
nuestras familias de clase media, en los libros que leímos?
¿De qué sirve leer si vas a continuar pensando
como alguien que no lee? Dije a Lourdes que no asistiría
y me reclamó hostilidad. Bueno, dije, ustedes
me rechazaron por pensar como pienso y me vetaron de su
grupo de amigas, Lou. Se defendió diciendo que
aquello no era cierto. ¿Cómo no iba a ser
cierto? ¿Cómo podía olvidarse de las
cosas, mentir, o fingir (?) retraso mental? ¿De verdad
pensaba que yo no había notado su descarado rechazo
a mis ideas y mi persona? En cinco meses no llamaron para
salir, como hacíamos antes, ni me dirigieron la palabra
en el colegio. ¿Qué querían de mí?
Vamos, le dije, ¿para qué quieren
que yo vaya? Lourdes no supo responder, quizá
en el fondo sabía que actuaba por compromiso y no
por convicción. Anda, respondió,
quizá ahora Sheila y tú puedan hacer las
paces.
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2
Lo intenté. Después de todo, Sheila había
sido una vieja amiga y aunque las cosas se le habían
regado de las manos, no era culpa suya del to… Vamos,
¿cómo no iba a ser culpa suya?, ¿es
que de verdad no puedo hacerlo con un maldito condón?
No sé. Asistí a la reunión el sábado,
donde Sheila nos presentó a su cría. Había
mucha familia y nosotras, las amigas. Todos se
plantaban frente a Sheila, que reposaba en cama, con el
bebé en brazos, y le miraban a ella y al bebé
y exclamaban todas esas cosas que se exclaman en este tipo
de situaciones. Yo me resistía a acercarme demasiado.
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Hubo un momento que una señora cogió al
niño y lo cargó. Lo paseó un poco y
luego, lo colocó en brazos de otra señora,
que hizo lo mismo. Pasaron al niño por los brazos
de todos los presentes y todos exclamaban una vez más
lo bello que era, o lo afortunado que era, o sentenciaban
su parecido familiar y discutían esto como si fuese
muy importante saber a quién se parecía exactamente.
Cuando llegó mi turno, cosa que no puede evitar,
lo cogí tímidamente, y titubeando dije: ay,
qué niño tan… ¿pesado? Se
hizo un silencio, de un par de segundos, y Lourdes se apresuró
a quitarme al niño. Lo cargó, lo pesó
en brazos y dijo: Dios, sí, es muy pesado, ¡qué
sano está! Yo traté de exclamar que era
un niño muy bonito, pero no lo era. No era culpa
suya, su padre era un hombre muy feo y, caray, los recién
nacidos nunca han sido precisamente bellos.
Me largué de allí lo antes posible. No lo
soportaba. Luego, llamó Lourdes al día siguiente
para anunciarme que Sheila estaba muy agradecida conmigo
por haber asistido. Mandaba decir que me perdonaba. Durante
la reunión Sheila y yo no hablamos. Le saludé
de la manera menos pretenciosa y no me despedí de
ella cuando partí de su casa. Estaba segura que aquello
la ofendería mucho. Sin embargo, mandaba decir que
me perdonaba, y que ya entendería yo cuando tuviese
hijos. No sé de dónde sacó que parir
aquel producto la dotaba de una madurez y una inteligencia
superior. De una historia de vida superior. Si fue por idiota
que acabó postrada en esa cama, con esa vida bajo
su responsabilidad. ¿Cómo un acto tan inmaduro:
reproducirte a los diecisiete años, puede convertirte
en alguien más maduro? Ahora se daba el lujo de perdonar
mis ofensas y se las daba de sabedora de la vida, etc. Yo
no iba a tragarme su cuento. Si creía que ser madre
la aventajaba con respecto a las otras chicas, estaba muy
equivocada, ser madre soltera la mostraba tal cuál
era: tonta, impulsiva, poco previsora, inmadura, borrega.
Contesté a Lourdes que muchas gracias, y que en adelante
no las volvería a ver ni a ella ni a Sheila ni a
todas las chicas. Lourdes ofreció disculpas si me
habían ofendido en algo. Acepté las disculpas
y me alejé de ellas porque no iban a aportar nada
positivo a mi vida.
Después de ello, me enteré que comenzaron
a llamarme engreída y orgullosa. También,
que Martha, una de las chicas, había seguido los
pasos de Sheila y estaba preñada de un chico de veinte
años, sin educación, sin oficio y sin ganas
de ser padre. También la felicitaron, la rodearon
de halagos y le solaparon su error. Era increíble
mirar cómo tapaban todo con el pretexto de Dios y
sus milagros. Un milagro es algo que pasa extraordinariamente,
no algo que pasa una vez cada catorce segundos, según
la estadística.
3
Luego de eso, no volví a tener amigas. No realmente.
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Relatos
de Verónica Pinciotti: Gracias a dios |
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