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En la más fértil de las tierras
se empeñaron en sembrar semillas huecas
y esquejes bordes
prometiendo una feraz cosecha.
La regaron con lágrimas y sueños
aun sabiendo
que la pedregada ennegrecía el cielo
y dejaron que el pueblo
celebrara la vendimia
antes que brotara una sola espiga.
Ahora que la tempestad
ha asolado los campos, nos suplican
que volvamos a labrar nuevos surcos
para volver a preñarlos de promesas,
pero la tierra se ha endurecido como roca
y habrá que esperar mil primaveras
hasta que vuelva a aceptar la nueva siembra.
Habrá que esperar que el cielo se ilumine,
contratar nuevos jornaleros,
sembrar semillas de futuro
y arrancar cizaña y malas hierbas,
para que en un tiempo nuevo
los segadores puedan recoger la cosecha.
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