Tú sabías que no era suficiente
dejar que el sol entrase
fugazmente un instante,
aquí, donde el invierno
opone resistencia.
Conocías el frío,
su contumaz abrazo
su no querer marcharse.
Lo sabías y me trajiste al hielo.
Al final, todos somos sacrificio.
Herví sobre la nieve,
derramada, completamente roja.
Esta vez te olvidaste de los ojos
de todas las princesas