LAS
SOMBRAS DE LA VIGILIA
Desde la ceniza al desencanto
Breve estudio sobre la obra del autor |
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Autor: Esteban Maldonado
Categoría: Poesía
ISBN: 978-84-121554-7-1
Primera edición: 2021
Formato: 200 x 126 mm.
Encuadernación: Tapa blanda.
Páginas: 140
KRISTAL EDITORIAL
Idioma: español
Lengua: castellana
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RESEÑA REALIZADA POR:
ADOLFO
MARCHENA |
El
escritor o escritora y su obra, indudable e inevitablemente,
van unidos de la mano, aunque debemos reconocer y separar
un ámbito del otro (el autor de la obra), cuando se
requiere, que no sucede siempre, a excepción de los
artículos de opinión o determinados ensayos
sobre cuál o tal tema, como el hundimiento de un barco
famoso o el suicidio de algún escritor de la talla
de Hemingway, John Kennedy Toole, autor de La conjura de los
necios o las poetas Sylvia Plath, Anne Sexton o Alejandra
Pizarnik, entre otras. Resulta muy probable que cada
lector o lectora tenga definido su baremo a la hora de escoger
una lectura determinada, un hecho imprescindible que va ligado
también con la creación y su maleta siempre
encima de la cama; o ese bagaje personal que puede resultar
de la fama, la especulación o la controversia que muchas
veces se origina en torno a cualquier persona, no sólo
a los creadores. Y, por supuesto, también debemos tener
en cuenta las influencias literarias que todos los escritores
y escritoras, como si se tratara de un legado o una herencia
impuesta, arrastran desde que comienzan con su primera lectura
y su primer poema o relato que nunca cesará, como el
rayo de Miguel Hernández o, por el contrario determine
la verdadera raza del creador o la creadora. Cuanto más
ecléctico sea el escritor en este sentido, mayor abarcará
el rango o el ratio de su estilo y su domino de la forma y
el lenguaje. El estilo, en mi opinión, no deja de ser
el resultado de la puesta en común (lo que queda y
lo que desechamos) de todo ese poso que nos deja la lectura
de la obra de cualquier autor, como sucede, por ejemplo, con
Gabriel García Márquez, quien tuvo influencias
de escritores como James Joyce, Virginia Woolf o William Faulkner
y Ernest Hemingway. Y ya que, en este estudio hablo (o indago)
sobre la obra de Esteban Maldonado, citaré las influencias
que tuvo un escritor que, a su vez, forma parte de esa herencia
que forma parte de ese estilo, tipo duna móvil –siempre
lo he dicho- que, por mucho que algunos nieguen, no siempre
nos ronda a perpetuidad. Hablo de Charles Bukowski; escritor,
lo ha confesado Esteban en numerosas ocasiones y entrevistas,
ha influido en él como también lo hizo Carson
McCullers en alguna de las novelas o relatos de Bukowski —Mujeres
o Pulp—. Además de Carson McCullers, Bukowski
adoraba, por encima de todo, al padre del realismo sucio,
John Fante, así como a otros escritores de la talla
de Céline o Knut Hamsun. En este sentido, Esteban Maldonado,
declaraba recientemente, en una entrevista publicada en la
revista digital Repoelas sus preferencias por John Fante,
Céline, Bukowski o Hemingway sin «olvidar a colegas
como Alexander Drake, Juan Cabezuelo o Antonio Javier Fuentes
Soria». En dicha entrevista mencionaba también
a escritores y escritoras de la talla de Knut Hamsun, Alejandra
Pizarnik, Sherwood Anderson o el filósofo Frederich
Nietzsche. Para concluir con el tema sobre las influencias
y el estilo, recurriré a una frase de Ricardo Piglia
donde afirma, a modo de interrogante —y estoy de acuerdo—
que: «¿Y qué es en definitiva la biografía
de un escritor sino la historia de la transformación
de su estilo?». O esa máxima de Nietzsche donde
dice que: «El gran estilo nace cuando lo bello obtiene
la victoria sobre lo enorme». O, tal vez, como en el
haiku titulado Breve reflexión mientras estoy fumando,
todo llegará mientras esperamos la muerte, con un cigarrillo
en la mano; eso sí, apurando la vida (Esteban dixit).
Lo que me conduce a la conclusión de que, tal vez,
la eternidad no supone otra cosa que regresar a los orígenes,
entre la memoria y la nostalgia que provocan la vivencia y
el paso del tiempo; con el fin de abandonar nuestras vidas
en las páginas de un libro, como sostiene Esteban Maldonado
en el haiku que lleva por título Corazón.
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Existe otro aspecto,
muy importante y a la vez trascendental, que debo mencionar
para entender mejor la poesía y, en general, la obra
de Esteban Maldonado. Muchas veces el escritor o la escritora
se desplazan o abandonan el terreno literario para ceñirse
únicamente a esos temas donde trabajar aspectos cotidianos
o sufrir la demencia de lo cotidiano; esa razón de
ser, en definitiva, de toda arquitectura de la vida y sus
avatares. Esteban es un creador ecléctico y se aventura
en otras artes como son el cine y la música (desde
Dmitri Shostakóvich a Tom Waits), además de
ahondar en temas históricos, con preferencias muy evidentes
sobre la Primera y Segunda guerras mundiales, la historia
vikinga o la Revolución cubana. Respecto al último
tema, el autor ha sido mal interpretado, en muchas ocasiones,
o mal entendido por un pequeño sector de lectores y/o
lectoras que han mezclado —me atrevo a declarar—
lo creativo (o la creación) con lo meramente político,
lo que no debiera suponer otro caso de disociación
donde mezclar el agua con el aceite o la velocidad con el
tocino. En mi opinión, Esteban rescata la figura de
Ernesto «Che» Guevara (revolucionario, escritor
y médico) en su vertiente de pensador e ideólogo,
recurriendo en muchas ocasiones a las numerosas sentencias
que dejó escritas antes de ser asesinado —así
aconteció— en el pueblito de La Higuera, en Bolivia.
Citas como: «Seamos la pesadilla de los que pretenden
arrebatarnos los sueños», son un ejemplo. Tal
vez debamos preguntarnos —que no especular— qué
tipo de revolución habita en el autor, porque también
cita a Pancho Villa (otro revolucionario), por ejemplo: «Quiero
morir siendo esclavo de los principios no de los hombres»;
y de este modo teje su particular sentido de la justicia o
su ideario, aunque a veces nos resulte utópico o no
lo comprendamos. Resulta de vital importancia aclarar esta
cuestión, ya que Esteban Maldonado en ningún
momento ejerce su derecho a reivindicar o hacer uso de la
apología en tal o cual sentido, como cualquier político
de tres al cuarto o esos oradores que sólo se miran
el ombligo. No obstante, como he manifestado, existen personas
cuya mentalidad no alcanza a comprender ciertas realidades
y, tal como dijo Antonio Machado: «Es propio de hombres
de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les
cabe en la cabeza».
Llegados a este punto, para mí crucial y necesario,
me corresponde matizar el motivo de esta disquisición
donde y, a pesar de que estoy de acuerdo con la opinión
generalizada de que una de las influencias que achacan y pesan
sobre Esteban Maldonado es, la de Bukowski, a mi modo de entender,
su poesía (la de Bukowski), no es la principal ni la
más representativa; o la que más acentúa
la obra que examinamos; Las sombras de la vigilia. Parto de
una premisa donde lo me baso en que la mayor parte de los
poemas que componen este libro son haikus y, puestos a interpretar
lo indefendible, esta versificación se aproxima más
en la forma y el contenido al existencialismo que a ese realismo
sucio más propio en la obra del mencionado Bukowski;
como sucede también en los poemas FUMANDO (ME) o CUANDO,
de carácter o corte más narrativo, y escritos
con una prosa muy cercana a la de John Fante, autor de novelas
como Pregúntale al polvo, La hermandad de la uva
o Hambre. Esto me sugiere que muchas opiniones e ideas
(preconcebidas) que se tienen y se vierten sobre el autor
y su obra llegan, en muchas ocasiones, condicionadas por voces
discordantes y reaccionarias, también repetitivas y
que únicamente son capaces de asociar lo académico
con lo manifestado en voz alta por una mayoría que
puede estar equivocada o, en su defecto, que no siempre tiene
la razón, a pesar de la supuesta lógica de ciertas
estadísticas de mercado. En este sentido y, aunque
me juegue el tipo y pueda equivocarme yo también, concluyo
con la aseveración de que las influencias y los gustos
de Esteban Maldonado aunque (por supuesto) influyen notablemente
en su estilo, no tienen esa marcada tendencia a parecerse
en exceso o mostrarse como una vulgar repetición o
un intento de escribir o ser como si no fuera él mismo
o quisiera ser otro; como si jugara a la impostura, que no
sucede. Y aunque lo ignoro, espero que nos vayamos entendiendo
a estas alturas; a pesar de lo confuso que pueda parecerles
el planteamiento y de las posibles discrepancias que puedan
surgir ante la presente exposición o planteamiento
sobre el autor y la obra; Las sombras de la vigilia. Recurro,
si se me permite, a otra cita de otro de los autores predilectos
de Esteban Maldonado; el cubano Pedro Juan Gutiérrez:
«Cuando uno escribe hasta convertir la escritura en
un vicio, lo único que hace es explorar. Y para encontrar
algo hay que ir hasta el fondo».
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Con el fin de evitar mayores
males, me ceñiré —a partir de ahora—
a discernir sobre el contenido de la obra y la forma que,
en la mayor parte del libro, como ya he comentado, se sustenta
en el haiku. ¿Alguien esperaba esto, después
de todo? Pues bien, Esteban Maldonado nos sorprende con este
tipo de poesía, de estilo sencillo y con un componente
espiritual, si nos atenemos a uno de los cuatro grandes maestros,
Matsuo Basho. Las sombras de la vigilia lo abre un un haiku
donde llega la noche y se apagan las luces para encender los
sueños. El haiku occidental varía mucho en su
origen y carácter de esos tres versos que forman dicha
composición y que, en un principio, se basaban prácticamente,
en la naturaleza. Con el paso del tiempo y la modernidad occidental,
el haiku ha tomado otra forma más urbana y, en el caso
de Esteban Maldonado, más íntimo y personal.
Para Susana Benet el haiku es más un estímulo
que una limitación. Y para la escritora Mila Villanuera
el haiku es una lección de silencio. Esos silencios
que Esteban Maldonado arrastra y manifiesta cuando, precisamente
en su(s) silencio(s), nos habla del dolor y de la aflicción
que todo ser humano soporta; en su caso sin el llanto ni la
demagogia; sin eslóganes que nos convoquen a las causas
perdidas o pretendidas. En este sentido me pregunto si el
autor –el Yo poeta- aguarda el acontecimiento, la llegada
de algo que para él suponga lo cierto y lo definitivo.
Ese imposible que todos anhelamos pero que él se resiste
a abandonar, como se abandona un amor o un animal, cuando
nos cansamos o nos traicionan. Como escribe en el haiku titulado
Corazón, el autor aún siente los latidos de
todo lo que se perdió y lo que se olvidó o lo
que se dejó abandonado en la vida y su sentido. Recuerdo
una frase de Jean-Paul Sartre que dice: «Hoy en día
sabemos cómo se hace todo, excepto vivir». Para
vivir hay que comprender el motivo y, en ocasiones, dicho
motivo se nos escurre entre las manos. Sin embargo, Esteban
Maldonado reconoce en esta búsqueda la dureza del camino
y el dolor que engendran las ausencias y la pérdida
o esa búsqueda incesante `por encontrar lo justo que,
en muchas ocasiones, es lo evidente o aquello que pasó
inadvertido. O esas noches que avanzan sobre la carretera,
como acontece en el haiku titulado En el coche (pág.
17). Esteban nos habla de la noche, también de los
sueños; esas noches de vigilia donde el cigarrillo
acompaña a la soledad y esas dudas que se perpetúan
con el amanecer. Porque «mañana serás
ceniza», nos dice en el haiku Cigarro. El dolor
está presente en Las sombras de la vigilia,
arraigado al esfuerzo del autor por determinar las cosas y
otorgarles un valor, o acaso encontrar una respuesta en lo
imposible y lo perdido. En este sentido Esteban no nos dice
lo que deseamos escuchar si no lo que él verdaderamente
siente. Nos arroja su verdad desde la intemperie y sin contemplaciones.
Y es, precisamente, en ese amanecer, cuando todo se desvela
y se descubren las cenizas, como dice en el poema homónimo
y «de nuevo el amanecer / y tu vida se reduce a cenizas».
No quisiera ser reiterativo pero el dolor en la obra de Esteban
resulta evidente a lo largo de la geografía y las páginas
del libro. Y es también contundente, como escribió
Albert Camus en El mito de Sísifo: «Si
el mundo fuera claro, el arte no existiría».
Esa es una de las claves en la poesía de Esteban Maldonado;
la claridad ante la sospecha de que todo puede concluir en
cualquier momento o evaporarse sin que nos demos cuenta. El
médico francés Marc Antoine Petit dijo que:
«El sufrimiento y el drama enseñan más
que el escapismo». Algo de lo que Esteban huye; la impostura
en el quehacer creativo y también —evidentemente—
en la vida.
A pesar de que la mayoría del libro está compuesto
por haikus —sin olvidar la fotografía de autor—
hay varios poemas de corte narrativo como Anochecer de ensueño,
que recuerdan la prosa de Fante donde Esteban, de nuevo fumando,
observa «el confuso desamparo de las calles» y
todo lo que conlleva: las despedidas, el silencio o el paso
del tiempo. Cuando, otro de los poemas de corte narrativo,
nos habla de las noches de insomnio (cada vez más largas)
y de esos paseos nocturnos donde siempre, el mismo borracho
acodado en la barra, trata de ahogar sus penas en un vaso
de whisky. El toque bukowskiano se percibe en el
poema que lleva por título Ahora mismo (y
de nuevo el cigarro), mientras el protagonista del poema o
el autor escucha la quinta sinfonía de Shostakovich.
Y mientras todo esto acontece, Esteban, en medio de la tragedia,
como dice en el haiku Al frente, observa el futuro.
Porque y, a pesar de todo, el autor intuye o sospecha que
se puede alcanzar el triunfo y que las cosas pueden cambiar;
no sólo porque resulte de un deseo o del esfuerzo,
sino porque todo es posible cuando se cree que lo infinito
es otra conjura y el necio es el otro, como ese infierno del
que hablaba el mencionado Jean Paul Sartre en una de sus obras
teatrales.
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siete
haikus |
Página
realizada por el escritor y poeta Adolfo Marchena para el
libro del poeta Esteban Maldonado, Las
sombras de la vigilia . |
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