Voy a dejar de lado la humildad y disfrutaré
en sentirme esta tarde de sábado donde la lluvia no
cesa, la Diosa que vive entre las letras.
Mientras estaba en el trabajo mi madre me comunicó
que llegó un sobre a casa aparentemente con libros.
Al llegar, efectivamente se trataba de un envío que
salió de Venezuela el trece de diciembre de dos mil
diez, o sea, sacarán la cuenta el tiempo que tardó
a pesar de ser un correo certificado. La sensación
es, que se subió a un buque de antaño, se extravió
en alguna isla y la magia lo trajo hasta mi puerta. Si fuese
verdad, sería poético, pero en realidad el sobre
venía abierto de varios lados y luego pegado con cinta,
recordándome la actitud de otro país con respecto
al correo y la libertad que eso implica.
Para regocijo de mi alma en el sobre venía el ejemplar
dedicado (inscripción que me sacó numerosas
carcajadas) “En la alta noche” de Alberto José
Pérez, maestro y amigo.
Al sentarme tranquilamente para disfrutar de su poesía,
pude viajar por los sentimientos del autor y conocer un poco
más su tierra.
Cuando llegué a la página once me volví
a encontrar con el poema que una tarde del año dos
mil siete me sedujo he hizo que cambiara inesperadamente el
rumbo de mis palabras.
Yo quiero hacer café contigo
(poema de Alberto José Pérez)
Yo quiero hacer
café contigo
mientras un arroz crezca en su blancura
y unas berenjenas suden en un caldero
los siglos de su gloria para nosotros
cortes de ternera navegando en cebolla y pimienta
pondremos en el centro de la mesa
como un planeta radiante
con sus lunas de aguacate
lechuga
albahaca y vino
y para dicha de los paladares
serviremos dulce de ciruela de huesito
envuelto en telitas de queso de mano apureño
para que el café que tú y yo colemos
viaje como un río sereno en su corriente
y sea cantada nuestra mesa
por Don Pablo Neruda
que vendrá a casa de la mano de Rosa Alchaer Alchaer
a comer con nosotros.
Cuando en aquel tiempo leí el poema
sentí esa sensación que me ocurre infinidad
de veces y me digo a mi misma, cómo me hubiera gustado
ser la autora, por como está escrito y lo que trasmite.
De allí es que gracias a una fotógrafa (ahora
hermana de la vida) Venezolana, Ana Berta López y su
carismático y generoso corazón, hiciera llegar
a la bandeja de entrada del poeta, comentarista y editor Alberto
José Pérez las humildes palabras con respecto
a su obra, y con todas esas causalidades y misterio naciera
en Venezuela mi primer libro.
Hoy ya pasados cuatro años de aquel mágico
encuentro, no solo sigo conservando la amistad y generosidad
de ambos, sino que también se amplió el círculo
de amigos y con ello el nacimiento de más hijos literarios.
Al seguir recorriendo “En la alta noche”,
llegué a la página veintiséis y con
ella la poesía.
Canción de distancias
(poema de Alberto José Pérez)
Una canción de distancias
con siglos en su melancolía
que en su letra
los enseres
telarañas y retratos de una casa abandonada
recobren su vida
y que a vuelo de pájaro
se pasee por el mundo
Quiero escribirla
para que la cante María Gabriela Abeal
como si fuera de su puño y sesos
y que alguien al escucharla
esconda la cara entre sus manos y llore
por haber venido y tener que marcharse
con su pesada carga de mañanas
sin tener oportunidad para otra huella
una tarde
una noche
para decir el padre nuestro a la orilla del mar
con un vaso de güisqui en la mano.
Esta es la parte que dejo la humildad para
sentirme Reina entre los verbos de un autor que no solo aprecio
sino que también admiro y le temo cuando me corrige
con su arrecho desboque de expresiones.
La historia podría terminar aquí, y a pesar
que no me gusta escribir de forma extensa también
quiero compartir con mis amigos que en el sobre no solo
venían ejemplares de “En la alta noche”,
además la edición (que aún por la distancia
y otras yerbas desconocía) de La Colección
La Cola del Cometa, Boulevard Atlantic Hotel “Monumento
al amor” (publicado en junio de 2010 por La Editorial
La Espada Rota) que es de mi autoría…
El señor Jesús Salazar, editor de La Espada
Rota, amigo de Alberto y por añadidura lo siento
también amigo mío, me ha dado un espacio que
no todos los días se encuentra en el devenir del
poeta… hombre sensible, que de sus generosos regalos
también tuve el placer de conocer personajes que
jamás imaginé, como digo siempre, ni en mis
sueños más locos.
Mientras escribía esta crónica una y otra
vez venían a mi mente las palabras que llevan como
título este escrito… porque a veces nos sentimos
espejo de lo que otros transmitieron es que para finalizar
adjunto la letra que sigue a continuación…
Gracias a la vida
(poema de Violeta Parra)
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano;
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos, que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
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