Adolfo Marchena: El libro lleva
por título Poemario
Inerte; sin embargo, tu poesía en prosa
rebosa vida, fuerza y también cierto aire reivindicativo;
¿A qué se debe este antagonismo?
Magda Sevilla: Escribí esta obra en
momentos oscuros de mi vida. Mi magia y creatividad surgen
de la “muerte” y del caos, de la soledad, del
autoconocimiento personal, de los regalos, los retos y desafíos
que me lanza la vida. Pero lejos de escribir marañas
de estiércol, mi corazón y mi mente son expertas
en acariciar con una ternura infinita las palabras, y eso
hace que explote la belleza y la paz en cada verso.
A.M.: ¿Son “las letras el antídoto
perfecto para curar” las obsesiones?
M.S.: No, en absoluto, ojalá fuese
así de sencillo, pero sí que son una vía
de escape perfecta para vomitar emociones, para liberar la
mente y el alma. Escribir es una terapia balsámica;
puedes vaciarte con libertad en la más infinita complicidad
y también puedes alcanzar una profunda paz momentáneamente.
A.M.: Qué te sugiere la frase de T.S. Eliot:
“Sólo
aquellos que arriesgan ir demasiado lejos pueden encontrar
lo lejos que pueden llegar”.
M.S.: Me sugiere vida, inconformismo, superación,
rebeldía… La felicidad y los logros están
fuera de las trincheras. Lo más valioso de esta vida
se esconde en los deseos, en los retos, en los sueños,
en lo desconocido y todo está rodeado de balas. La
cuestión es si estamos dispuestos a salir a pecho descubierto,
a pelear por lo que da vida a nuestra sangre o morir con la
sombra de la añoranza, la lamentación o la cobardía.
A.M.: Encuentro la presencia de la dualidad en tu
obra, como el bien y el mal, o el cielo y el infierno. Y,
a través de este recorrido, una búsqueda por
y hacia el equilibrio. ¿Qué opinión te
merece esta reflexión?
M.S.: Para cualquier ser humano es vital
encontrar un equilibrio en sus sentimientos y para las personas
extremadamente sensibles, apasionadas y emocionales aún
más. La vida interior de los seres humanos es un desafío
que transita por senderos desconocidos, donde experimentamos,
inventamos, observamos, corremos, crecemos espiritualmente...
Quien “VIVE” con mayúsculas
no teme los retos que le separan de una sonrisa, de un sueño,
de un beso… Debemos caminar sin miedo y asesinar las
normas, las costumbres, estrangular las cuerdas que nos separan
de lo prohibido, retar al diablo mirándole a los ojos.
Porque la paz está detrás de las nubes, de la
guerra y tras la muerte siempre brillará la luz
El equilibrio emocional solo se consigue ganando a nuestros
propios límites.
A.M.: En el texto Quiero concluyes diciendo: “Alimentarme
de ti. Poner mi bandera. Ganar tu guerra”.
Como si fuera una propuesta ajena a todo contexto y patria,
o acaso, ese lugar donde la utopía cobra su sentido.
M.S.: Esos versos son la desnudez total de
mi obra, mi enigma más mimado y protegido, las coordenadas
latentes que están perpetradas en algunos de mis tatuajes.
Se trata de un grito desesperado besando la luz de mis ojos
que brilla entre el Mediterráneo y el Océano
Atlántico.
A.M.: Detecto en tu poesía una urgencia por
gritarle al mundo: Vive, disfruta del momento; es el presente
lo que cuenta y todo lo demás está de sobra.
¿Me equivoco?
M.S.: Totalmente de acuerdo. ¿Acaso
hay prioridad más importante que vivir? Nuestra vida
tiene límite y es corta, su final es inevitable e impredecible.
Muchas veces no somos conscientes de lo transcendental de
este proceso y perdemos minutos en senderos absurdos y equivocados.
Es necesario abrir cada mañana los ojos y abrazar nuestro
mundo como si fuese el último día. Ilusionándonos,
viajando, abrazando, besando, perdonando, escuchando, olvidando,
soñando, compartiendo, amando, en definitiva haciendo
todo lo que nos llena por completo y nos hace de algún
modo felices. Por supuesto hay que hacer todo esto sin límites,
para que el corazón y los sentidos estallen de sensaciones
y emociones que nos hagan vibrar y que nuestros días
estén llenos de motivación positiva.
A.M.: ¿Consideras que se puede conocer a una
persona por su manera de escribir, a través de lo que
escribe y cómo lo escribe?
M.S.: No. Habrá personas que en sus
letras reflejen su verdad, sus sentimientos, su forma de ver
la vida, sus sueños y su alma, pero otros escribirán
desde la imaginación y desde el potencial intelectual
y humano que hace que los escritores y escritoras seamos una
caja de sorpresas inagotable.
Lo que sí está claro es que una persona que
escribe encuentre esa afinidad y conexión que sea capaz
de llegar al alma del lector y que también sea capaz
de transmitir cosas, de reír, de llorar, de soñar,
de desear… Es un signo inequívoco del temperamento
y la autenticidad de las letras; cada uno, por lo tanto, escribe
con su propio código y solo con esa magia se rompen
todos los muros del alma…
Respecto a la pregunta que me planteas, puedo decirte con
total honestidad que yo sí; soy todas esas letras y
otras muchas más que adormecen en mi corazón,
en mis instintos y gritan ser liberadas.
A.M.: Muchos de tus poemas en prosa manifiestan el
valor y la independencia de la mujer como ser único
y a la que –estoy totalmente de acuerdo- se debe respetar
sin imposturas. Me viene a la cabeza una frase de Simone de
Beauvoir: “No
nacemos como mujer, sino que nos convertimos en una”.
M.S.: Las mujeres llevamos siglos luchando
contra “nuestra cruz”, nuestros propios estigmas,
barreras, complejos y demonios; no es un camino fácil
pero cada vez más, el autoconocimiento, el respeto,
la autoestima, la libertad, el coraje y el valor se van adueñando
de nuestros pasos, convirtiéndonos en un ejemplo para
otras muchas mujeres. Que nadie corte nuestras alas, que solo
la fría muerte ponga fin a nuestras ideas, deseos,
sueños, proyectos e ilusiones. Ser mujer es un privilegio,
un honor que debemos llevar como bandera.
A.M.: En el texto que lleva por título La Lluvia,
concluyes: “…igual
que llueve el cielo hoy solidarizándose conmigo y con
todo el desastre que vive dentro de mí”.
Me sugiere la necesidad de comprender y aceptar que también
lo prohibido nos enseña e, incluso, en ocasiones, se
hace necesario.
M.S.: Es necesario (tanto como el aire para
respirar). Tenemos que ser valientes y capaces de asumir los
golpes del destino para poder resurgir cual ave Fénix
con energías nuevas y renovadas. No es un proceso fácil
y resulta fundamental la aceptación, la resignación,
la autocrítica… Pero si no llegamos a ese nivel
de madurez y determinación, de mirarnos a nosotros
mismos interiormente con esa franqueza que a veces duele,
viviremos de continuo en un circo emocional que solo nos conducirá
hacia otro desastre.
A.M.: Dentro de esa dualidad que contienen tus textos
–así me lo parece y ya lo he mencionado- se refleja
el mal que sufre la Humanidad y esa locura que siempre nos
acecha. De alguna manera lo asocio con la frase de Chesterton:
“¿Es
usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro
de mí todos los demonios”.
M.S.: A veces cierro los ojos en silencio
y siento pánico al comprobar cuanta locura habita la
vida y el mundo. Comprendo entonces que no estoy en el lugar
correcto. Esa agonía y guerra emocional constante que
me llevan a disparar con versos mi inconformismo, mi frustración,
mi ansiedad, mis ilusiones, mis deseos, mi decepción…
Pero no todo el aire es irrespirable; tengo una boca que me
salva en esta maldita agonía; tengo unas manos sinceras
que cuando acarician las mías me hacen soñar
despierta en otros horizontes; tengo la paz de haber escuchado
los latidos de un héroe que derrocha coraje. Esa luz
es la llave de mi motivación, mi inspiración,
mis ganas y mi fuerza. Es la E tatuada en mi piel; es “mi
vida” tatuada en mi piel; es mi buena estrella.
A.M.: También encuentro cierto aire existencial
en tu obra. Pongo como ejemplo el inicio del texto Desastre
Perfecto: “No
me juzgues a la ligera, pasa, conóceme, respétame,
dime todo lo bueno que me llena, que lo malo ya lo sé
yo”. ¿Qué opinas?
M.S.: Soy una persona muy respetuosa con
los demás y muy sincera. Reconozco mis errores e imperfecciones,
y trato de mejorar, no por nadie, sino por mí. Porque
es la mejor pócima para la autoestima; reconocerse,
aceptarse y valorarse.
Detesto la mala gente, los lobos con piel de cordero; los
detesto y por eso los elimino de mi vida sin ningún
tipo de remordimiento. No me tiembla el pulso cuando me alejo
de todo lo que no me hace bien, porque mi vida es muy corta
y no quiero desperdiciarla con sentimientos feos o quebraderos
de cabeza innecesarios.
Me gustan las personas de verdad, las que siempre están,
las que nunca te fallan, las que te miran e hipnotizan con
su luz auténtica, mágica y preciosa. Adoro los
corazones sencillos y llenos de buenos sentimientos; amo las
personas que pasan por mi vida haciendo mejor la mía;
personas con las que no te importaría perpetuar la
misma historia, una y otra vez.
A.M.: En este sentido, el filósofo danés
Soren Kierkegaard dijo: “La
vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una
realidad que debe ser experimentada”.
M.S.: Así es, la vida se aprende de
una manera particular y única; paso a paso, lagrima
a lágrima, sonrisa a sonrisa, reto a reto. La vida
se aprende viviendo, descifrando sus casillas y enigmas, y
cada uno de nosotros lo hace de una manera totalmente diferente.
Pero si de algo estoy segura es que en nuestro yo más
profundo siempre resuena callada la palabra FELICIDAD
como objetivo y motivo de nuestra existencia.
A.M.: Concluyo, como en todas mis entrevistas, invitándote
a añadir lo que desees o tal vez consideres que he
podido dejarme en el tintero (seguramente demasiado).
M.S.: Lo primero que quiero agradecer es
la generosidad y buen trato recibido durante esta entrevista;
son fruto de tu gran profesionalidad y enorme corazón.
Gracias, Adolfo.
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