El jazminero,
el geranio en flor,
la cal frente a los ojos.
Bajo la
jaima la sombra y las muchachas,
y la siesta. Los hombres y mujeres,
la amistad que se enlaza en la palabra,
en el vino y la risa, y el deseo.
Y por mor del azar, varios países
con el idioma hermano se confunden.
Y la música suena con la fuente cercana.
Hay un pálpito
antiguo
que disfraza la luz bajo la jaima.
Arriba la ventana, abajo la cocina
pequeña y obsoleta,
techada en el rectángulo azul del viejo patio.
Hoy huele
a pan del día,
a leña humedecida. Huele bajo la jaima
a romero y a mirto,
con la añeja colonia de los hombres,
y el toque del almizcle
de todos los perfumes que guarda la memoria.