Los poemas de este hombre son inútiles
y los míos también:
usted lee unos versos
escritos para abrir el corazón
como se abre una nuez,
y sin embargo no siente en absoluto
ni el leve ronroneo
que esconden sus palabras.
Son el hueco sonido que heredamos,
ni más ni menos que eso.
Lea usted en diez años mi poema
y descubrirá incrédulo
lo mal que ha caducado.
Un concierto de sílabas y acentos
como las voces tibias
que se oyen a través de las paredes:
latente percusión en nuestras manos.