-Disculpe señora, se le ha caído la cartera.
Ella le miró, la cogió y murmuró algo
entre dientes mientras se ceñía el abrigo.
A esas horas no había nadie mas en aquella calle y
si Bernardo no le hubiese avisado, la pobre señora
se habría llevado un gran disgusto, no solo por perder
el dinero, sino también por el engorro que le supondría
renovar el DNI y las tarjetas de crédito. Bernardo
sabía que había hecho bien y con una sonrisa
en los labios se tapó de nuevo con el cartón
e intentó dormir.
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