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Me
encontré aquél hombre
Un día que andaba camino del campo,
Recogiendo espigas y maíz florido
Y se quedó habitando como entre viñedos
Metido en mi alma y nunca se ha ido.
Parecía bajado desde el cielo inmenso
Como si brotara del lecho de un río
Trayendo una rosa del color del alba
Suspendido en nubes como si flotara
Se metió en mi alma y nunca se ha ido.
Me olvidé de todo y le di mis tardes
Y lo amé por siempre como de por vida
Le regalé días y noches floridas
Le entregué mi cuerpo en armiños de seda
Se quedó en el alma y nunca se ha ido.
Ha pasado el tiempo y la luna mira
El sol me vigila por ver si lo olvido
La tierra me dice que siempre anochece
Que es hora de abrirle la puerta al rocío
Se quedó en el alma y nunca se ha ido. |