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Relato de María José Hernández López

EL FILETE




Míralo ahí. Jugoso, tierno, listo para ser engullido. Las tripas se mueven ruidosas, preparándose para dar hueco a una pesada digestión. Estás dispuesto a hincarle el diente, afilar los cubiertos, colocarte la servilleta en la solapa de la camisa, ajustar la silla a la mesa. De tal manera que, cuando te inclines sobre él sin que ningún trozo caiga fuera del plato. No te permitas desperdicios. Hoy no. Sírvete agua. Procedes. Sin embargo, en un rápido pestañeo, ocurre algo extraño. El cuchillo chirría en la porcelana y el filete apenas recibe un rasguño. Piensas que no calculaste bien al cortar y ahora está en la otra esquina del plato, sobresale, rozando el mantel. Vuelves a cortar. Parece que está vez atinaste. Masticas a dos carrillos. La sensación, entre el jugo de la salsa, es chiclosa, gomosa, elástica. El sabor del vacuno va desapareciendo en tu lengua, convirtiéndose en amargo mercurio. Es puro veneno. No sabes si en el supermercado te han vendido un fraude alimentario. Lo sigues rumiando. Míralo ahí. Parece que te observa. Mudo. Intentas tragar. Bebes agua para que pase mejor. Se resiste como si estuviera vivo. Pasa, con eructo mediante. Tus ojos se enrojecen, pero aparentas normalidad. Sonríes a medias. Procedes. Esta vez escuchas un silbido. Miras alrededor de la cocina, por debajo de la mesa, husmeas la ventana que da al patio de vecinos. Nadie asoma por ningún lado. Clavas la mirada en el filete. Planea el silencio. Y la desconfianza. Suavemente, intentas cortar. A duras penas, se deja, pero al final ese apetitoso trozo te lo engulles. Tus pupilas hacen chiribitas. El filete se proyecta como una amenaza verde sobre el plato de porcelana. Está vivo. O eso sospechas. Te sirves más agua. No quieres que te intimide. Pinchas el tenedor sobre lo que queda de filete. Lo comienzas a trocear con decisión. Míralo ahí. El lomo se eleva unos centímetros por encima del plato. Te mira. Es más, te desafía. Atrápalo, que no se escape. El filete alucinógeno da vueltas por la cocina, burlándose de ti. Necesitas ese filete. Tus buenos euros te han costado. ¿Carne de primera? Ya. Estás a punto de darle alcance. ¿Sí? El filete se escapa de tus manos. ¿Dónde está? Se fugó por la ventana de la cocina. No pierdas tiempo. A por él.
 

Selección de y relatos y poemas escogidos de © Inmaculada Nogueras , cedidos amablemente por la autora, para su publicación en la revista mis Repoelas:






El filete


La ley del mar


En casa de Córtazar


Luciérnagas


 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras