Cuando llegó al orfanato los niños estaban llorando. Cuando se fue también lloraban, pero el nuevo brillo de sus ojos le indicaban que el duro mes de trabajo había merecido la pena.

Solo encontró un bollo revenido, algunos yogures caducados y un par de manzanas que estaban ya bastante podridas. No le parecía justo, nunca había tenido que pagar un precio tan alto por un poco de comida, pero no tenía mas remedio. Dejó allí lo que le quedaba de dignidad y cerró la tapa del contenedor.

Relatos y microrrelatos de Mikel Hervás:

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