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CUENTOS Y RELATOS

 

DE LA NOVELA :
YÁMANA, TIERRA DEL FUEGO

Carena Editors (2014)

Parte I – Tierra de Magallanes (América del Sur) – Texto extraído del Capítulo 2 – “Ella
…De pronto, oí un desgarrador gemido que me obligó a abrir los ojos bruscamente, dejando atrás todas mis sensaciones placenteras. Intenté averiguar de dónde había surgido el gemido girando varias veces sobre mi persona.
agudizando mis sentidos

No vi nada ni a nadie. Me quedé inmóvil agudizando mis sentidos. De nuevo otro sonoro ¡Aaaggg! que parecía provenir de la playa. Enfoqué entonces mi vista hacia esa dirección y discriminé un pequeño montículo oscuro sobre los guijarros que se movía ligeramente. Pensé que quizás era una foca malherida, o cualquier otro animal. Me adelanté unos cuantos metros y sí, daba la sensación de ser realmente una foca que se rascaba con una aleta o se sacudía sobre su propio vientre. Me propuse acercarme a ella todo lo posible sin captar su atención. Las focas cuando se ven sorprendidas o intuyen el menor índice de peligro saltan sobre sus aletas a sorprendente velocidad y se zambullen en el agua. Era la primera vez que tenía la ocasión de observar a una foca de cerca; si en verdad lo era. No estaba del todo seguro. Palpé entonces mis bolsillos para detectar mi cuaderno de notas y lápiz. Los extraje y sujeté con una mano mientras me arrastraba suavemente por los pequeños guijarros de la playa, acortando la distancia. Conseguí acercarme a unos diez metros de ella sin que me percibiera. Estaba entusiasmado y excitado. Y, a su vez, algo temeroso. La adrenalina vertida en mi sangre sobrepasaba los límites. Mi corazón bombeaba a gran velocidad y las manos empezaron a temblar dificultando mi deseo de hacer un primer boceto del animal, que había empezado a respirar agitadamente. De un impulso inesperado y con otro desgarrador gemido se incorporó el animal. Sobresaltado, emití por mimetismo el mismo gemido. Como si yo estuviera sintiendo lo mismo que él. Para mi sorpresa, no era un animal, no era una foca, era una joven mujer Yámana que había cubierto su cuerpo desnudo con una ligera capa de pelo de foca anudada a su garganta con un lazo hecho de algún tendón, posiblemente de ballena. Me aproximé rápidamente hacia ella. Permanecía sentada sobre sus rodillas emitiendo gemidos cada vez con más frecuencia. Su prominente abdomen y unas gotas de sangre sobre un agujero, que ella había hecho en la arena, suficientemente grande como para albergar a un bebé recién nacido, me desvelaron claramente que esa joven muchacha estaba dando a luz. Pronuncié varias veces la palabra “mujer” en lengua Yámana:

<<Kipa, kipa, kipa...>>.

No sabía preguntarle cómo podía ayudarla. Dije cosas sin sentido con palabras de su idioma que me venían a la mente. Incluso le hablé en la lengua Ona. Su rostro, encogido por el dolor, ignoraba mi presencia y mis palabras. Ella se apretaba fuertemente con las manos el abdomen, ayudando a su bebé en cada una de las contracciones. Sin saber cómo, me vi sentado tras de ella sobre mis rodillas y con mis manos por debajo de sus brazos empujando al bebé hacia fuera. Acompasé de inmediato mi respiración a la de ella sin proponérmelo. Tenía la sensación de ser como un autómata que desconoce la voluntad de su manipulador. Desaparecieron entonces el hambre, el frío, la inquietud, la curiosidad, el temor... Me había fundido de tal manera con ella que todos mis sentidos, todo mi ser, estaban puestos en el alumbramiento, como si yo fuera la misma madre que traía al mundo a un nuevo ser. ¡Qué hermoso, Dios mío! No tengo palabras para expresar mi sentir. Ni tan siquiera el inconmensurable gozo experimentado en el momento del nacimiento de mi hijo tenía parangón con esta inefable experiencia. Yo seguía respirando y apretando cada vez que ella lo hacía. Unos segundos de silencio dieron paso al esperado momento. El bebé había salido de un tirón en el último intento. Yacía sobre la arena y los guijarros refunfuñando y cubierto de grasa y sangre. El rostro de la joven se transformó entonces en el rostro más bello que jamás he visto en mi vida. Su rostro llevaba dibujado la satisfacción, el orgullo, la alegría, la gratitud, el amor... y todo ello lo proyectaba hacia su bebé, que era una hermosa niña. Yo miraba a ambas como un espectador embobado, sin saber qué otra cosa hacer y sintiendo, sintiendo profundamente, la felicidad que brotaba de ella por cada poro de su piel. Algún tiempo después pude comprobar que a pesar de sobrellevar una existencia tan ardua, quizás la más ardua que se conoce, son los Yámana los más alegres entre los hombres y tal vez los más felices. Están absolutamente integrados en su entorno y para ellos el dolor y la desesperanza parecen no existir.

Buscó por su derredor, con su mano derecha y casi sin moverse, un cuchillo de costilla de foca que necesitaba para cortar el cordón umbilical. Le alcancé el cuchillo y con destreza cortó y anudó el cordón de su hija. Rápidamente la cargó sobre sus espaldas y la ató fuertemente a su pecho con el largo tendón de su capa que ahora la cubría. Esperó de nuevo tener alguna contracción para expulsar la placenta. Me habló con voz queda. No la entendí. Supuse que me daba las gracias por la forma en que me miró. Me pareció una niña; seguramente tendría dieciséis o diecisiete años. Sus senos sólidos y su musculatura fresca y fortalecida así me lo indicaban. Su rostro se contrajo de nuevo. La placenta estaba a punto de ser expulsada. Con otra larga respiración y empuje, el alumbramiento había terminado. Enterró con presteza la placenta en aquel agujero y se incorporó sin mi ayuda con alguna dificultad. Yo le hice gestos para indicarle que la iba a ayudar a andar o que incluso la llevaría en brazos hasta la choza. Pero ella se negó y me habló señalando el mar. Por supuesto que yo no entendía nada. La muchacha sonriendo se alejó de mí en dirección al mar, dejando tras de sí un fino reguero de sangre que se deslizaba por sus piernas. Quedé atónito cuando la vi sumergirse en el bravo mar y nadar con su bebé a la espalda.

Textos de Emi Zanón para la revista mis Repoelas:

La voz blanca ~ : ~ Su último viaje ~ : ~ Yámana, tierra del fuego

metacuentos ~ : ~ dayal, miradas al interior ~ : ~ Mundo subatómico


(Todas las obras se encuentran protegidas por los Derechos de Autor)


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras