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CUENTOS Y RELATOS

 

DEL LIBRO DE RELATOS :
METACUENTOS

Diáspora Pokhara (2004) 3ª edición

Texto extraído del Relato “GUARJA” sobre los espíritus totémicos
……Faltaban pocos kilómetros para llegar al “Lugar de las Voces”. La mirada de Luis Alberto andaba perdida en sus pensamientos. Sólo los baches de la estrecha y maltrecha carretera le hacían volver en sí momentáneamente para dar un volantazo a su jeep y controlar de nuevo la dirección.
misterioso jaguar
Por unos instantes observaba la frondosidad de la selva invadida por la luz de la mañana, realzada como un inmenso mar con cientos de tonalidades verdes. Escuchaba los gorjeos de los pájaros que animaban la vida del lugar, anunciando que los rayos de sol habían disipado las brumas del amanecer. Volvía a perderse en su mirada. Hoy estaba seguro de que lo conseguiría. Iba a inmortalizar, con su cámara Instant Polaroid, a ese jaguar que durante los últimos días había sido su sombra. Con ella, con su fantástica y deseada foto, tendría también su mejor testimonio y podría demostrar a sus compañeros de trabajo que, efectivamente, cada mañana durante la última semana, cuando salía con un grupo de turistas a recorrer la zona arqueológica, su misterioso amigo se unía a ellos en la expedición.

Afortunadamente para los visitantes, la idea romántica de encontrarse con un jaguar mientras recorrían el sitio arqueológico más grande y monumental de las Tierras Bajas Mayas, quedaba en eso, en idea, pues a pesar de que los guías les advertían insistentemente al comienzo de la expedición que les siguieran en todo momento, sin desviarse de la ruta y comprobaran siempre que sus compañeros de viaje estaban a su lado, <<Hay animales peligrosos aquí en la selva –decían- y estamos en los dominios del jaguar y nuestro deseo, nuestro mayor deseo –repetían- es que disfruten de su estansia en esta maravillosa tierra, que nos legaron nuestros antepasados mayas>>, tanto los turistas como los propios guías, sabían que desde hacía muchos años, no se habían visto vestigios de los peligrosos y enigmáticos jaguares por el lugar, pues a pesar del profundo impacto que había tenido en la cultura de los pueblos de la Antigüedad, y la admiración y fascinación que ha originado siempre en el hombre, se le había perseguido y matado indiscriminadamente en las últimas décadas, por el ego de ufanarse de haber vencido a un “jaguar”, a un “dios”.

No obstante, el mantener viva la imagen del jaguar en estas tierras sagradas, donde el Dios del Sol se transformaba cada noche en jaguar para poder viajar por el mundo de los muertos y luchar contra Xilbalban, el Dios del Inframundo, venciéndolo y saliendo una vez más al día siguiente, aumentaba el interés de los miles de turistas que venían cada día al lugar atraídos por las innumerables leyendas.

Dio un frenazo en seco, quitó las llaves de contacto y bajó de su jeep. Había llegado al “Lugar de las Voces”. Se arregló con los dedos sus largos cabellos negros y brillantes, y se colgó del cuello la máquina de fotografiar. Cuando ya se dirigía hacia la Administración, para coger la orden de trabajo del día, observó que con sus prisas y su apremiante interés por inmortalizar de una vez al misterioso jaguar, se había olvidado de la mochila y la gorra. Retrocedió hacia su jeep a pasos ligeros y cuando se disponía a abrir la puerta, se hizo un penetrante silencio, como si de repente hubiera llegado el mediodía y el intenso calor hubiera acallado la selva, ordenando a los picoduro de cara negra, los tanagras, los pájaros carpinteros y los sinsontes, que se retiraran a las sombras a descansar hasta que llegara la noche. Se quedó inmóvil. Súbitamente, un sonido grave e intermitente a sus espaldas, le hizo estremecerse. Era la respiración del jaguar que estaba detrás de él. Sí, estaba seguro, era él, sentía su proximidad, sentía el calor de su respiración proyectado en todo su cuerpo. ¿Qué hacer? Si se movía quizás el felino se abalanzaría sobre él y le devoraría. Si gritaba y pedía ayuda, igualmente incitaría al animal. Mejor permanecer inmóvil y esperar que se alejara, si es que se alejaba. El miedo recorría cada secuencia de su cuerpo. La adrenalina vertida en su sangre había rebasado los límites. Sentía que su corazón le iba a estallar. Sus cinco sentidos estaban puestos en la presencia del animal. Ni tan siquiera ahora se acordaba de tomar la foto, de la ansiada foto. ¡Qué le importaba ahora a él una foto, por muy valiosa que fuera para atestiguar la existencia del jaguar, si el mejor testimonio iba a ser su propio cadáver despedazado!
Textos de Emi Zanón para la revista mis Repoelas:

La voz blanca ~ : ~ Su último viaje ~ : ~ Yámana, tierra del fuego

metacuentos ~ : ~ dayal, miradas al interior ~ : ~ Mundo subatómico


(Todas las obras se encuentran protegidas por los Derechos de Autor)


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras