Los científicos para poder describir el estado
primigenio del Universo han enfocado todos sus esfuerzos hacia
el estudio del mundo subatómico, pasando del Universo
en su conjunto o macrocosmos al mundo microscópico de
las partículas elementales, o microcosmos.
Uno de los avances más notables en la física
de nuestros días es que las partículas elementales
tienen propiedades de partícula y de onda al mismo
tiempo. La llamada mecánica cuántica está
basada en esta dualidad que implica profundas repercusiones
físicas y, mucho más allá, filosóficas
y ontológicas al contemplar el mundo subatómico
no como un conjunto de piezas sino como una red de relaciones.
Todos somos UNO a un nivel muy ínfimo, imperceptible
a nuestros ojos físicos limitados y racionales. No
hay separación como han venido diciendo los grandes
Maestros de la Antigüedad, y filósofos y alquimistas
como Paracelso, o, el más entusiasta cruzado de la
modernidad, fray Benito Feijoo -quizá el primer español
que tuvo un microscopio- quien consideraba el microcosmos
del hombre como el ejemplo más ilustre de reducción
de lo máximo a lo mínimo, del macrocosmos al
microcosmos.
Estos avances nos han conducido hacia la ciencia del futuro
que ha empezado a dar sus primeros y satisfactorios primeros
pasos en este incipiente Siglo XXI: la nanociencia, la nanotecnología
y los nanomateriales y nanopartículas, que nos llevarán
hacia una auténtica revolución no solo industrial
sino personal y social, pues darán respuesta a un gran
número de problemas y necesidades de nuestra sociedad
actual. Uno de ellos, y el que más requiere nuestra
atención urgente, el gran problema de la contaminación
de nuestros suelos, mares, ríos y el aire que respiramos.
En la actualidad el estudio de las nanopartículas
es un área de intensa investigación, y los experimentos
llevados a cabo, hasta el momento, en distintas partes del
Planeta con diversos tipos de nanopartículas y nanomateriales
han dado muy buenos resultados y se ha comprobado su alto
potencial para restaurar la contaminación en general,
generada en el pasado Siglo por nuestra inconsciencia e intereses
privados.
Esta noticia es, sin duda, lo más prometedor en nuestro
Siglo XXI para avanzar e innovar de forma responsable y sostenible,
y poder legar un Planeta saludable a las generaciones futuras,
aunque también, como ocurre siempre que damos un salto
cualitativo/cuantitativo surgen las preguntas de rigor: ¿Tendrán
las nanopartículas consecuencias imprevistas? ¿Son
inofensivas? Afortunadamente, vamos aprendiendo de nuestros
errores y los científicos del Siglo XXI estudian ya
desde el principio los posibles efectos nocivos.
No obstante, esta esperanzadora mirada hacia nuestro futuro
deberá ir acompañada de un fuerte compromiso
a nivel individual de respetar, por encima de todo, cada gota
de agua, cada grano de arena, cada brisa de aire, cada manifestación
de Vida. En definitiva: responsabilizarnos de todo cuanto
hagamos. Todo ello, como una expresión de Amor compasivo
y de una consciencia social que va más allá
de uno mismo para abarcar la totalidad. No olvidemos que somos
y formamos un gran TODO.
“Conócete a ti mismo
y conocerás el Universo”
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