Tampoco la quinta copa de brandy supo decirme por que María
se había ido. El camarero se cansó de escuchar
mi historia y me invitó a salir del local a base de
empujones. Decidí buscar la compañía
que me ofrecían las princesas de la noche, pero al
buscar en mi bolsillo, mi cartera había desaparecido.
El escaparate de una charcutería me devolvió
el reflejo de mi realidad: |
43 años, casi calvo, con sobrepeso y en paro. Ese era
yo, y me asqueaba. Hoy se cumplían 7 años desde
que María me había dejado y una vez más
lo mejor que podía hacer era volverme a casa. Aunque
se enfadaría un poco al principio, seguro que a mamá
no le importaría prepararme un caldito caliente. “Un
caldito para mi niño” diría ella.
Sonreí a mi reflejo en el cristal. Después de
todo, mi vida tampoco estaba tan mal.
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