Seguramente iremos a un café
donde no llega el sol.
Si nos equivocamos, la situación ganará
en emoción, pero conviene no abusar.
Uno de los dos debería hablar
de algo trascendental,
la muerte por ejemplo, nunca el trabajo.
No nos daremos cuenta,
una música sonará muy leve,
envolviendo la estancia con un halo místico.
Después nos callaremos,
esperaremos que el silencio
nos revele nuestros más íntimos secretos
o miraremos el giro triste
de las cucharillas, sus círculos concéntricos.