"PERDÓNAME
mi muerte, es imposible que entiendas”,
leyó el marinero de la madrugada en la nota plagada
de larvas de Lucilia
y Cynomya2 .
Ya convertido en mendigo le atormentaban los miembros-fantasma
de un perro hinchado, maloliente, con el cráneo descubierto
y una sola pata levantada. Nada tenemos que purgar, sólo
la inteligencia, como este amoraire lleno de enigmas y sin
nombradía. El perro se llamaba Dogo y no le falló
el corazón sino que un Chevrolet Nubira, le machacó
el costado con un crujido tan pavoroso como el alarido de
una diosa núbil al parir.
(De "Animalario crespado de fondo, 2005")
2A partir de dos semanas de producirse el óbito
y hasta el tercer mes aparecen dípteros de los géneros Lucilia
y Cynomya atraídos por el olor que se produce. Inspirado en
un oleo de Juan Carlos Castro Crespo