IGNORANTE del vértigo de la
clepsidra, juegas, como aquella niña antigua, a ser
amiga invisible del héroe. En una misa de mentira
te invito a renegar de tu religión mas persistes
muda porque amas el instante eterno.
Y yo, el loco de Aixa, sé cosas que nunca diré,
que he visto mariposas mortales que escribían signos
de aire en nuestra cara.
En ausencia de imágenes no hay maldad y el precio
de la palabra es sólo saliva: se abren nuestros labios
a una cúspide de espuma.