Ahora
los sueños se envuelven en plástico como los
mitos se escriben esféricos sobre niños de
vidrio o de plasma extraplano en el tiempo del cúbico.
Desenvolved las espinas mientras Peter Pan canta: El problema
reside en la ira o la muerte de los referentes.
El celofán nos habita.
Niños
de vidrio asesinan con diálogos sin conocímiento
al sol, a pájaros
próximos a la ciudad obsesivos de altura troncada
en sangre, en selva, en símbolo.
Este
anochecer último o tu paso gris puro en perífrasis
de aniquilación cívica. Destino el mar,
pétalo y fuga y
grito en libertad absurda, porque número es todo
y tabú
tu sin-memorial nombre. Desde ahora te llamas: ciencia.
Aconsejamos, llegados al punto final, toda práctica
de conducción manierista saltándose todo
semáforo en rojo, sin olvidar el ejercicio del
físico con su nostalgia en jardines y versos
románticos, siempre abonados de estiércol
azul, sulfatados –para que no rabie la mata- en
poquito de azufre.
Ciencia
seré para la mayoría, sí. No para
todos.
Mientras la noche, hay lechuzas que enredan los ojos a
Heliópolis,
líquidas hiedras al más elevado edificio
poliédrico
tanta la luz de sus venas y a estratos disuelven y vence
al horror.
Naces
como yo, tú entre estos muros, yo antes de tiempo
sesgo la ilusión. Mira entre tu carne o cree. Hundida
la sangre
como si el puñal fuese tu destino. Sí, sueña
en medrar
trigo o libertad, ilusa. Para todos no hay porvenir.
Ni en
libertad me he fundado ni libre nací. Mi lagar
Coro de sabios jazmines de esperanza en las márgenes,
por epitafio el crepúsculo. Sabiduría, bondad
y belleza sean las armas.