Y al cabo, todo nos deben; les debemos ¿Cuánto?
Nada.
A su trabajo no acuden, con su dinero no pagan
el traje que les recubre y las pensiones que amasan,
el pan que les alimenta y el lechón de sus bobadas.
Y cuando les llegue el día del último inverosímil
y estén al partir los yates que no han de tornar
el güisqui
los encontraréis a bordo engordados por la crisis,
siempre vestidos, felices como los hijos de Disney.