Puede que seas feliz cuando olvides el mundo
que te proponen y cojas el barro en tus manos.
Solos, nosotros, lo somos hasta la ensenada de Mónsul,
pareceríamos de tanta luz transparentes alondras,
antorchas, la hoja
de un eucalipto, desde la bahía de los Genoveses.
Nunca descansas y dejas
la sensación de una espera en el amanecer
interminable del párpado.
Avísales,
cuando te alcancen, del sucio
barro ablandado en el agua de las caracolas,
de la quietud aterrada de los pararrayos los idus
con el azul encantarañublado de marzo,
de lo imposible del molde en las olas del mar.
Te dejarán sin pañal con el pie, por ahora,
descalzo:
El
placer
libre de tu desnudez o el relámpago les golpeará
desordenándoles.