1967: Ved esta herida afilada de pánico
verde y abierta, sin vistas la habitación
de las lágrimas. Treinta noviembres de oasis
amurallados hacia el horizonte y ocho
veranos de azul sin zafiros.
Todo parece invisiblemente cercado:
jazmín, dátil, latido, milano,
bajo la piedra, de aroma distinto y
consonante respuesta. Entre Sócrates
de peregrino y pregunte las diferencias
al muro, roca o sepulcro, epinicio
para turistas perplejos.
2005 se cierra con ojo oceánico
y en 2006 en cinema vuelve la
estrella de John Wayne, el cowboy
mesiánico,
en arrabales de flores que esperan
baño diario de sangre volátil
-sin media noche vencida-,
junto a su liga de muslos áureos
ya que no tranquilos.
Nunca merezcan tus ojos su
opaco prisma. Sin duda, los indios ha izado
con otra voz, ha dejado en
la reserva sus plumas,
toda sospecha… En el cónclave
arde alegría y contento.
Y pregunto contra el azul, contra la panacea,
quién paraliza los días, hielo
de allende en oriente, cómo parar el volcánico
mar de esta sangre, el eterno retorno
de la corola a la tierra, del adánico
que sustituye los nombres para
cribar los albores, a tu medida un bonsái.
Nunca merezcan mis ojos tu muro
si tu memoria no fuera latido
y tu tragedia celada.
Todo
se queda en silencio:
Entra
en la escena Pilatos.