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me habita la muerte, poema de raiza n. jimenez

ME HABITA LA MUERTE


En el amor solté las amarras, desaté cadenas, me siento libre.
Y en esta libertad quiero contarle al mundo y a todo el que oídos
tenga, que ya nada me es familiar, ni ajeno y, en esta presencia
paradojal, tampoco, nada de lo que uso me pertenece, ni siquiera
esta inexplicable vida, que sisifeando, a cuestas cargo y recargo.
Una vida que arremolino y sostengo, con más penas que glorias.
¡Certeza tengo que me será imposible retenerla, sin dolor!
Ni con filosóficos, espirituales o titánicos intentos, podría.
Persuadidas estoy, que vivo en tiempos y espacios prestados
y habitables; cedidos, por alguna gracia, que aún no me es
dado conocer y, no sé, sí se mostrará, pero sé que mueve
los hilos invisible de esta que hoy, he llamado, mi existencia.
Ni siquiera me es posible asegurar que algo siento o si siento.
Del amor, ese embrujante, sentí-miento, tengo las más notables
mentiras y tan pocas verdades, que no vale la pena el balance.
Mi alma que me despecha y la busco allí, en el pecho, es una
odalisca que se mueve al ritmo de un baile que no es, ni suyo.
La percibo frágil, fatua, imberbe, quimérica y desesperada…
En ella, no observo: el pasado, el presente o tan siquiera un futuro.
¡Nada y todo me ha poseído, a tanto y tanto, he pertenecido!
Todo se ha perdido en el arte de la vida y en la desnudez del estar.
La muerte, esa poderosa y temida señora, me ha visitado, dos veces.
Me ha retado y he regresado de sus sonrientes garras confundida.
Un sentimiento de placidez, extrañeza, timidez e impotencia me
ha embargado, en la concesión de mi vuelta con promesa de regreso.
Sé que no puedo escapar, que estoy sitiada, que me ve y me mira.
Que sólo es cuestión de su capricho, cuando me volverá a llamar.
Su guadaña me señala y se aleja para seguir martirizando en la espera.
Vivo sentenciada por su santa y biliosa voluntad, es mi verdad…
Los recuerdos de Kübler-Ross y sus moribundas enseñanza me
hablan y no hay manera de evitar el runruneo de mi mente, hecha
para la ilusión de la vida eterna, de la vida a voluntad y a la carta.
Vana ilusión la mía, cristalina quimera que me regresa al sendero
dónde no existen los oasis, porque todo está destinado a la muerte
y a dejar de ser lo que nunca ha sido, lo que nunca fue, ni será vida.
Es que, mientras tanto, la muerte espera contando sus minutos para ser.
¡Es que la muerte es engañosa, traidora, mezquina y usurpante!
¡Así, es la muerte y en ella está la vida!

 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras