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                Con vergüenza 
                  añeja miro a la vida, mi vida, porque 
                  No he aprendido aun sus fútiles juegos y matices… 
                  Es que son tantos y de tan variados tenores que 
                  no me alcanzarían todas las vidas por vivir para 
                  aprender a jugar flotando sobre la calamidad, 
                  prehecha y predicha, del destino que nos toca en Ley. 
                  ¿Quién sabrá despejar esas raras ecuaciones 
                  que 
                  Se tejen entre el amor y el dolor cuando se aleja 
                  lo que más amamos y no sabemos qué hacer? 
                  Yo que siempre te amé y te lo dije, que puse mis 
                  sentires en tus desnudas manos y las llené de flores, 
                  de aromas doradas, de esperanzas y de vida… 
                  Yo que llené todos los espacios que transitamos 
                  Juntos, de las manos, con margaritas impolutas de 
                  Esas que inspiran los más lindos versos de amor… 
                  Hoy, estoy desencajada, pisando el dintel de la muerte. 
                  ¡No lo digo desde algún rencor, lo digo desde el 
                  dolor! 
                  Fue tan grande por ti mi amor, que no lo profanaría 
                  con desprecios o acusaciones que manchen su pureza. 
                  Te quise con todo lo que se puede querer y estar viva. 
                  Te amé desde el origen del amor, desde las entrañas 
                  mismas de eso que se llama alma y que sólo se siente. 
                  ¡No tiene sentido ocultarlo, ni nunca lo tuvo: te amo! 
                  Sí, te amo a pesar de mis tormentosos pensamientos. 
                  Mi amor me habla en voz baja y, a veces, a fuertes gritos. 
                  Quiere dejar firme testimonio de haber nacidos de la 
                  más pura ilusión, de la fe y la creencia en lo 
                  divino. 
                  El amarte nunca fue insolencia, pero sí, mi demencia. 
                  ¡Este amor que, por ti he sentido, fue santificado y 
                  también, por la indolencia de ambos, sacrificado! 
                  
                  
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