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                ¡Ya no he de 
                  verte y siento que te quiero mucho más! 
                  Como la piel de mi piel, tú has sido siempre, mi penar. 
                  Pero, hoy que faltas alma mía, es que te amo y te llamo. 
                   
                  Y siento que acá estás, te quiero mucho y te amo 
                  más… 
                  No, no me burlo de tu ausencia, sólo me hiere la vida, 
                  porque al saber que ya no estás todo ello me lastima. 
                  Todo me desangra, como el filo de una mordaz espina 
                  que busca derroteros para castigarme hasta la muerte. 
                  Estás en mi sangre y te siento tibio y rojo como 
                  el rubí de mis labios, que te llaman a besar… 
                  Nada de esta pena me es ajena y te llamo, por 
                  ti clamo y, te escondes y te burlas de mis sueños. 
                  ¡Y te siento acá, como aliento de mi aliento, nada 
                  más! 
                  ¿Cuánto más, alma mía, he de penar 
                  para poderte besar? 
                  Nada consuela esta desdicha que me sume en la oscura 
                  desgracia del amor desairado, por la innoble e inútil 
                  huida. 
                  Sólo veo en mi camino tus ojos que me miran desmayados 
                  envueltos en una lucha que a nada, ni a nadie ha de salvar… 
                  ¡Sólo el desamor y la cruel malicia carcomen tu 
                  bondad! 
                  Dime dónde estás, para ir a buscarte sin remordimientos 
                  y con arrojo, para rendir a tus pies mi orgullo, aunque 
                  burles las grandezas de los amores eternos, de los que tú 
                  nada sabes y nunca, nunca podrás, ni siquiera, saber 
                  algo. 
                  ¡Son tus ojos los que anhelo para en ellos mirar mi amor! 
                  
                  
                  
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